Dante Bobadilla
Chistes rojos
Embustes del antifujimorismo patológico

Embustes del antifujimorismo patológico
¿Escucharon el último chiste rojo? Dicen que la culpa de la actual corrupción es del neoliberalismo y de la Constitución de 1993. Voy a darles un tiempo para que acaben de reírse. Sí, así como lo leen. Resulta que la megacorrupción del siglo XXI que ha acogotado a casi toda Latinoamérica al inicio de este siglo, en el que han predominado los gobiernos de izquierda, es del neoliberalismo y del fujimorismo. Ni más ni menos. Y no son los pulpines de la Católica ni los nakos, sino los más encumbrados analistas de izquierda quienes dicen esto. No hay duda de que los chistes rojos del comunismo son más obscenos que los de Jaimito. Y es que la izquierda nunca ha tenido reparos para encubrir sus miserias con cuentos.
Faltaría espacio para rebatir cada mentira que han venido escribiendo nuestros más conspicuos izquierdistas en estos días. He notado que ya ni siquiera respetan la honestidad intelectual que antes se esforzaban por fingir. El descaro ya es total. Y es que el descalabro también lo es. No hay manera de ocultar la vergüenza de la izquierda más que apelando al embuste, al mejor estilo de Alejandro Toledo.
Como lo he dicho siempre, la corrupción es un mal endémico de la humanidad. Le pertenece al ser humano como especie y ataca en mayor medida a las culturas subdesarrolladas que viven de los mitos antes que de la realidad. Los cuentos rojos no pasan de ser los mismos clásicos y relamidos embustes de una izquierda empobrecida mentalmente con el antifujimorismo patológico. Bastaría comprobar que hubo corrupción en los ochenta y en los setenta y así sucesivamente, hasta la llegada de los conquistadores. Pero el cuento de la “corrupción de los noventa” predominó llevándonos a vivir en un país de mitos y engaños. Mientras todos combatían fantasmas y espejismos, los corruptos abrían cuentas y empresas off shore.
Si hay algo que sí podemos comprobar casi a un nivel científico es que el antifujimorismo ha sido el causante del mayor empobrecimiento y envilecimiento de la política peruana en lo que va de la República. Que tomen nota los historiadores. Desde la aparición de Alejandro Toledo como el adalid de la “lucha contra la corrupción”, no ha pasado una sola campaña electoral sin que salten al escenario una feria de saltimbanquis y trepadores de baja estofa, tratando de ganarse votos con la relamida pose del antifujimorismo, y con el apoyo de la izquierda.
Tras la llegada de la caviarada al poder, de la mano de Diego García-Sayán y con la venia de Paniagua, el Perú se convirtió en un país de cuentos de izquierda, donde habita un monstruo malvado llamado fujimorismo, al que hay que cortarle la cabeza para salvar la democracia. Guiados por ese mito, este país de infantes políticos no se cansó de votar por auténticos mamarrachos glorificados por la izquierda, en campañas que eran un verdadero carnaval histérico, repleto de corsos y payasos disfrazados de luchadores anticorrupción, cuyo único mensaje era combatir al fujimorismo. Incluso el actual presidente no tardó nada en colocarse el traje de colores de superhéroe antifujimorista, en un antro infantil izquierdista.
La consecuencia obvia de este mundo bipolar de fantasías y mentiras de izquierda, fue que un día la realidad acabó por derrumbar su castillo de arena. Entonces se dan cuenta de que votaron por farsantes y que los príncipes de la democracia no eran más que sapos de la corrupción, y que se aprovecharon de su ingenuidad y estupidez.
Y luego de todo eso vienen las consabidas marchas. Esto es lo que pasa en un país que vive de fábulas de izquierda, donde no se cansan de creer en cuentos progresistas que ahora siguen culpando al sistema y al fujimorismo, en un nivel de pobreza mental exasperante. También dan lástima estos colectores de izquierda que marchan pidiendo que les devuelvan su voto y alegando que han sido “traicionados”. Harían mejor dejando de creer en cuentos de izquierda y aprendiendo a votar para no tener que salir a marchar en cada gobierno. Todos estos sectores son tan culpables como los corruptos del socialismo del siglo XXI.
COMENTARIOS