Chile: de la revolución a la comedia

En las últimas semanas, algunas de las imágenes que llegan desde el vecino país del sur, con respecto a su clase política de izquierda y "progresista" que debate en la Convención Constituyente, son sencillamente tristes y sorpresivas. Un miembro de la constituyente de izquierda toca la guitarra en plena convención con el fin de "desformalizar los espacios de poder"; otra se disfraza de Pikachu y otro constituyente, también de izquierda, miente con descaro sobre una presunta enfermedad terminal para ser elegido, y hasta ahora no ha renunciado ni por decoro. A ello, vale añadir que en un debate último un cómico y diputado se puso a cantar mientras se debatía una denuncia constitucional contra Sebastián Piñera, presidente chileno. 

¿Cómo así una de las democracias que se creía de las más sólidas de la región, que ha reducido pobreza como nunca, que ha creado clases medias y llevado la prosperidad de extremo a extremo, llega a sorprender con semejantes escenas de su clase política sobre todo de izquierda? La única respuesta es la victoria de la izquierda en la batalla cultural, en la batalla sobre la interpretación de la historia, con la capacidad de instalar sentidos en el común de la gente y con medios de comunicación que reproducen los relatos y narrativas.

Mientras las derechas y los sectores conservadores y liberales se dedicaban a avanzar en el terreno de la economía, la izquierda desarrolló una de las más importantes guerras culturales en un país de prosperidad semejante a la de los tigres de Asia. De allí que se haya relativizando todo. Un constituyente pretende "deconstruir" los espacios de poder y la democracia se vuelve un "significante vacío". Todo lo anterior tiene que ver con la teoría del postmarxismo de la escuela de Frankfurt. Pero eso es harina de otro costal. 

El triunfo de la izquierda en la batalla cultural en Chile nos lleva a reflexionar sobre lo que sucede en el Perú, donde en apariencia la izquierda gana cada vez más los sentidos comunes. Y de pronto el intelectual, el académico y el tuitero zurdo relativiza el crecimiento de la economía. Pero como la sociología es la que a veces manda, el Perú a diferencia de Chile es un país en el que las sociedades y los mercados populares quizá han generado una propia narrativa.

Hoy no se puede hablar de Perú sin la emergencia de un capitalismo popular y sin la aparición de clases medias mestizas en Lima y las regiones. Castillo y Cerrón soñaron con sovietizar un país de mayoría informal con mercados populares. Terrible equivocación.

La convención constituyente en Chile nos debe llevar también a una profunda reflexión sobre cómo las sociedades, si se dejan llevar por la izquierda cultural, pueden ir camino al suicidio. Pero también sobre cómo la izquierda posmarxista chilena, otrora descendiente de Recabarren, ha llegado a convertirse intelectualmente en una delgada línea, y la mentada revolución socialista en una comedia de cantantes, cómicos y mentirosos compulsivos.