Hugo Neira

Chile: ¿Aparta de mí este cáliz?

Un fenómeno social que no se puede entender con conceptos del pasado

Chile: ¿Aparta de mí este cáliz?
Hugo Neira
01 de noviembre del 2020

«La ciudad, no debe estar sometida a los Señores»
Platón, Carta VII - 347 a.C.

 

Sobre lo que ocurre actualmente en Chile tengo un punto de vista distinto a los quejidos y tembladeras que corren en los medios políticos de Lima. Mi enfoque es empírico. Y solo después que explique lo que he visto y conocido, me atreveré a un juicio racional. Para que se me entienda, debo comenzar por qué razón conozco Chile. Y pido disculpas al lector por hablar de mí mismo.

Cuando dejé la BNP, decidí enrumbar mi vida a dos actividades, a mis clases y a la investigación de unos cuantos temas. Por ejemplo, me ocupé de un trabajo comparativo de civilizaciones: inca, azteca, China antigua y la India activa. Para sendos trabajos, tuve que viajar a Francia puesto que en París, hay institutos donde se encuentran libros y centros de estudio para cada lugar del mundo. Si usted quiere estudiar el mundo islámico, o los Estados Unidos, o la América Latina, o Japón, hay un edificio con todos los materiales necesarios. Pero al retorno a este continente, hicimos una parada en Santiago de Chile, y encontramos dos fuentes. De una parte, la CEPAL. Es una institución que Chile ha logrado tener en su territorio, pero podría estar en Washington. Así, si tuviera necesidad de comparar la situación de la educación peruana con la república de Honduras o Guatemala, tendría ahí lo necesario. Y ahorraría un viaje. Pero el otro aspecto positivo, son las librerías en Santiago.

La sociedad chilena la compone mayoritariamente diversas «capas» de clase media. Son varias y acaso por las migraciones o las modalidades de su educación, y los hábitos, hace que tenga demandas que se vinculan a la cultura mundial y la información de cómo va el mundo, siento decirlo, mayor que en Lima. Ese tema, para mí es decisivo. Yo no puedo intentar comprender lo peruano aisladamente. Estamos en una era de la mundialización. Si alguien piensa que eso no es necesario, recuerde la visión de José Carlos Mariátegui. En los años veinte, grandes libros. Por cierto los «Siete ensayos...», pero anteriormente, cuando todavía no había fundado Amauta, otro libro que La escena contemporánea. ¿Me hago entender? Somos parte de la historia universal. Somos parte de nuestra especie. El hombre, ese extraño animal, el libro de J.-F. Dortier que jamás se encontrará en librería o biblioteca en el Perú. Y fue entonces cuando encontré una solución para mi sed del saber, Santiago a tres horas y pico de Lima. Y hace diez años que vamos y venimos. Por eso, lo de empírico. 

Hablemos sumariamente de Chile. Es cierto que han progresado con el modelo liberal en estos últimos veinte años. En lo que es renta (o si se quiere, el PBI), tienen clase alta, anchas clases medias, capas populares y pobreza (lo que se llama pobreza, un 6,4%). La fuente de este dato es el Banco Mundial. Ahora bien, están en 17 mil dólares per cápita, mientras nosotros, raspando, en los 7 mil. Al menos antes de la pandemia. ¿Dónde está la razón para el descontento? Yo no estoy en Chile para estudiarlo, pero claro está, leo sus diarios, tengo vecinos y escucho cómo ve las cosas la gente corriente. Por eso digo, un punto de vista empírico. Lo evidente, lo tangible. ¿Y eso qué es? En libro chileno del 2017, Malestar social y desigualdades  de Antonieta Vera Gajardo. O bien, de Kathya Araujo, Habitar lo social, unos y abusos en la vida cotidiana en el Chile actual (2009) ¿De izquierda? Algo mejor, una combinación de sociología y psicología. El conocimiento de lo real. 

Bueno, no solo bibliografías sobre el malestar del Chile neoliberal, también los vecinos. Una de ellas —no tengo porque decir su nombre— me dice que tiene un dilema. Tiene un hijo en edad de hacer una formación superior. La señora duda porque le da lo mismo el gasto si lo envía a los Estados Unidos o si se queda en Chile. El problema es que un americano corriente está en US$ 65 118 (Banco Mundial, 2019). Y el chileno en US$ 14 896 mil. O sea, por mucho que tengan ingresos altos los chilenos, tienen precios norteamericanos para la educación y la salud. El resultado es que están ahorcados. Las clínicas, ni les digo. Tan costosas como en América del Norte. Entonces, el estallido no es la pobreza, no es el desempleo, es que no es posible vivir en esa contradicción entre ingresos inferiores a los gastos familiares. He visto desfilar gente bien vestida, incluso llevando el perrito mascota, o los niños a la mano, gente diría de nuestro San Isidro o Barranco, pero en protesta. Y un millón. Pero si eso fuera todo, viene lo peor.

Chile es un país ya moderno. Pero con nuevas brechas sociales. Entonces, en su caso es decisiva la formación superior. Pero es carísima¡! Eso es el corazón del malestar social. Ocurre, pues, que la sociedad chilena ha sido de una cierta cohesión social en el pasado (no se dividen en criollos e indígenas, salvo el caso de los mapuches), pero para lo que los sociólogos llamamos la movilidad social, para subir, en Chile el ascensor son los estudios. Para el individuo o el progreso familiar. El cartón tiene un valor distinto al peruano. En nuestro país, casi no hay meritocracia, la reemplaza los «contactos», la vara, el amigazo, el color de la piel, el apellido. Chile es bastante distinto. Ya están en la modernidad, pero la clase alta chilena ha inventado su Muro de Berlín. Lograr que pocos chilenos lleguen a la buena formación. 

¡Y lo han logrado! Una revista, Capital, y el Seminarium Head Hunting reveló, en el 2003, que los líderes del mundo corporativo chileno provenían de un «selecto club», o sea, la clase alta venida de unos pocos colegios privados, y los menciona: Verbo Divino, Saint George's. Por lo general, formados para «administración de Empresas» (un 41,9%). Un periódico conservador lo llama ‘el capital social’. No soy yo quien lo dice sino los chilenos. «Vivimos en una sociedad de castas» (Alexis Jeldrez, 2016). En el Perú ya estamos acostumbrados a esas diferencias. Aquí, en los noventa, cuando destrozaron la secundaria en las escuelas del Estado, nadie dijo ni pío. Porque el ascensor de una clase emergente no es el conocimiento sino llegar a ser un adinerado a cómo dé lugar. Por eso estamos bien jodidos.

Entonces, ¿victoria de la izquierda en Chile? No me hagan reír. Es la presión de los grupos medios de chilenos¡! ¿Y qué quieren? Una modificación constitucional para que la educación se haga con el Estado, como ocurre en diversas sociedades capitalistas en la Europa, con ese sistema «espantoso» que se llama la socialdemocracia. Por el momento un joven chileno para sufragar los gastos universitarios, tiene que endeudarse y cuando termina sus estudios –son carreras largas en Chile— se encuentra con que debe el valor de un departamento. Y si consigue trabajo, vivirá ahorcado por sus deudas. O sea, aun con chamba, nunca vivirá contento. Es contra esa situación que han votado. Pero en Lima, creen —necesitan creer— que es para poner en el poder algún Hugo Chávez o un Maduro. De alguna manera es una crisis del neoliberalismo. Pero no es la única. Lo mismo ocurre en otros lugares del planeta. En el alba de un nuevo siglo, hay fenómenos sociales que no se pueden entender con conceptos del pasado. En el siglo XX, las ideologías ocuparon el lugar de las religiones. Y así es como hubo el dogma staliniano, y fracasaron. Hoy los liberales tienen el dogma del todo-mercado. Se necesita otra cultura, otra mentalidad, para entender este siglo XXI. Pero el embrutecimiento con la teología del mercado o de la violencia, hace más víctimas que las pestes virales. Del Covid-19 saldremos, pero difícilmente lúcidos ante lo imprevisible.

Hugo Neira
01 de noviembre del 2020

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