Arturo Valverde

Chéjov: la repetición y el sonido

Los recursos narrativos del escritor ruso

Chéjov: la repetición y el sonido
Arturo Valverde
20 de noviembre del 2019


Repetir una palabra dos o más veces en una conversación puede ser tedioso. Pero en algunos casos, como vamos a ver enseguida, la reiteración puede ser un arma efectiva para un cuento. Es el caso del cuento “¡Chissst…!” del autor ruso Ánton Chéjov, en el que narra la historia de un escritor que se siente inspirado a la mitad de la noche. Sin embargo, el personaje central de este cuento se verá afectado por los ruidos molestos que surgen a medida que se desarrolla la trama, que le impiden concentrarse y cumplir su cometido. 

Con la finalidad de que el lector pueda sentir también ese fastidio, que es el que afecta al personaje, el escritor ruso utiliza reiteradamente una palabra a lo largo de la narración: “¡Chissst…!” Esta expresión se repite en la narración, pero con mayor énfasis en la parte del clímax del cuento, lo que tiene lógica, dado que es en ese momento cuando el autor utiliza más este recurso para consolidar la atmósfera de impaciencia e impotencia: el tormento que sufre el personaje que no puede conseguir el silencio que necesita para echar a volar su imaginación.

La reiteración, como había dicho al principio, puede ser innecesaria y molesta en una conversación, un diálogo oral. Sin embargo, el recurso de la reiteración en el cuento, como aquí lo demuestra Chéjov, cumple un propósito psicológico, porque al escribirse y reescribirse varias veces un término, el escritor logra penetrar e implantarlo en la mente del lector. Casi diez veces veremos repetirse la misma expresión: “¡Chissst…!” 

Ahora bien, la expresión empleada en este relato de Chéjov, cumple el requisito sonoro adecuado para expresar esa sensación de irritación. Es decir, hay una voluntad expresa de parte del autor por utilizar “¡chissst…!”, en lugar de escribir “¡Ssshhh…!”, “¡Silencio!”, “¡Chussst…!”. Esa “i”, cumple un valor distinto en cuanto a su sonoridad. Transcribo aquí una parte de este cuento:

- ¡Mamá, dame agua! –oye que dice la voz del hijo.
- ¡Chissst…! –replica la madre-. ¡Papá escribe! ¡Chissst…!

Papá escribe aprisa, muy aprisa, sin tachaduras ni paradas, sin tener tiempo, apenas, de dar la vuelta a las hojas. Los bustos y los retratos de los escritores famosos contemplan su rauda pluma, no se mueven y parece que piensen: ¡Caramba, hermano, qué práctica la tuya!

- ¡Chissst…! –rechina la pluma
- ¡Chissst…! –susurran los escritores cuando se estremecen de un rodillazo que sacude la mesa.

Incluso se puede apreciar en este párrafo que, en un juego visual, se ha pasado de la oración del diálogo: “¡Papá escribe! ¡Chissst…!”, a iniciar el siguiente párrafo con la mismas palabras, así: “Papá escribe aprisa, muy aprisa…”. Como se aprecia, además, se repite “aprisa”, “muy aprisa”. Hay una intención de parte del escritor de presentarnos de esta manera el relato. Nada es deliberado al momento de escribir. Nótese, también, que el escritor para reforzar la cualidad del personaje central ha optado por apoyarse en un objeto inanimado que cuestiona y emite juicios que otros no podrían con la misma libertad: Los bustos y los retratos de los escritores famosos contemplan su rauda pluma, no se mueven y parece que piensen: ¡Caramba, hermano, qué práctica la tuya!” Sobre este punto trataremos en otro momento, con mayor amplitud.

Es lo mismo que sucede en otros relatos, no necesariamente de este autor, en los que podemos apreciar que el escritor ha elegido determinadas palabras por su sonoridad, pues el uso de una vocal fuerte tendrá y tiene un impacto distinto a una vocal débil. Veamos un ejemplo con la letra “r”: El relámpago resonó. Aquí se cumple la doble sonoridad, que expresa fuerza y vigor en la oración, al utilizar “r” en relámpago, y posteriormente “r” en resonó. Pudo escribirse de otra manera, sin duda alguna, pero el efecto que se busca es la sonoridad de la palabra. Ese, desde mi punto de vista, es la belleza de nuestro idioma. 

La repetición no necesariamente tiene que ser de una interjección –como un “¡oh!”, “¡bah!”, “¡ay!”–, puede también darse el caso de la repetición de una simple “y”. Aquí un ejemplo: “Su papá le pidió que se despierte, se levante y se cambie, y se lave la cara, y se peine también, y se lave bien los dientes, y que ya se hace tarde, y que ya viene la movilidad, y que llegará tarde al colegio”. Aquí, la reiteración de la “y”, nos permite aumentar el efecto psicológico de una situación de apuro que vive un padre y su hijo que debe alistar rápido al escolar para que vaya a estudiar. Pero, además, el fastidio que debe sentir el niño que soporta tantas indicaciones. Lo que menos le gusta a un niño es que le ordenen. Aquí se busca trasladar esa sensación al lector.

Yo veo los cuentos como un arte. Y nada me hace más feliz que compartir con ustedes estas pequeñas reflexiones que, como ya he señalado, son únicamente mis apreciaciones como lector. Intento poner las luces sobre algunos puntos que, a veces, pueden pasar desapercibidos cuando se lee. Como diría, Sir Arthur Conan Doyle: “Usted ve, pero no observa”. Tratemos de hacer lo segundo: observar.

Arturo Valverde
20 de noviembre del 2019

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