Arturo Valverde

Chéjov a los vagos

Consejos para aprendices de escritores

Chéjov a los vagos
Arturo Valverde
14 de octubre del 2021


Escribir cerca de seiscientos cuentos en cuestión de dos o tres años no es poca cosa. Antón Chéjov alcanzó esa cifra —Guy de Maupassant no se queda atrás, dicho sea de paso—; pero enfocándonos en el ruso, ¿cómo logró escribir tanto al tiempo en que ejercía la medicina?

Para saberlo, regreso a mis apuntes sobre la vida de este autor, cuya obra sigo desde hace muchos años. En su correspondencia, lo primero que salta a mi vista es que el autor, al parecer, tenía como meta autoimpuesta: la de escribir por lo menos entre dos y tres cuentos por semana. Y, a pesar de ello, Chéjov juzgará que escribir tal cantidad es poco. Doce cuentos al mes, ¡poquísimo!

“Escribo relativamente poco: no más de dos o tres cuentos por semana (…) Donde hay una fecha fija, hay apresuramiento y una sensación de presión, que impide trabajar… Personalmente, para mí la fecha fija es incómoda porque soy médico y me dedico a la medicina… No puedo garantizar que mañana me sacarán todo el día del escritorio… Eso conlleva el riesgo de no escribir a tiempo y de retrasarse continuamente…”, le cuenta a Alexéi S. Suvorin, en una carta fechada en 1886.

Y si se trata de dar consejos, en una carta a María V. Kiseliova, meses después de la anteriormente citada, le dice: “¡Escriba lo máximo que pueda! Escriba, escriba, escriba… hasta que los dedos no aguanten más (en la vida es importante escribir bien) (…) No le engañaré, ni seré hipócrita ni daré rodeos sobre las devoluciones. Le doy mi palabra. Pero no deje que le importunen. Incluso si le devuelven la mitad de sus escritos, entonces el trabajo será de provecho (…)”.

Acostumbrado a escribir hasta tres cuentos a la semana, parece comprensible que se exalte ante los espíritus flojos y los exhorte a esforzarse más. “Por supuesto que hace mal en ser vago y escribir poco. Usted es un ‘principiante’ en todo el sentido de la palabra y no debe olvidar, incluso amenazado a pena de muerte, que cada línea de hoy constituye el capital del futuro. Si ahora no acostumbra a su mano y a su cerebro a la disciplina y a la marcha forzada, si no se da prisa y no se da cuerda, dentro de tres o cuatro años ya será tarde”, le dice a Nikolái M. Yéyov un año después, en 1987.

Estas últimas palabras de Chéjov son como un latigazo a la flojera, pues ninguna meta puede alcanzarse si no es en base a la perseverancia, la paciencia y la disciplina, para cualquier oficio. Quien posea tales cualidades, desde mi punto de vista, alcanzará sus metas aunque estas tarden varios años. Hay algunas que se alcanzan en la posteridad.

Para escribir cerca de seiscientos cuentos, sin contar la obra teatral, en el caso del cuentista ruso además de talento, seguramente me dirán algunos, hace falta lo principal: ponerse a escribir. Y noten que digo “ponerse a escribir” pues Hemingway escribía de pie y Twain, en ocasiones, en su cama. Pongamos manos a la obra, y sigamos el consejo de Chéjov. ¡Atrás, espíritus vagos!

Arturo Valverde
14 de octubre del 2021

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