Rodrigo Salazar
Carta a un sociólogo que admiro
Respuesta a la carta que me escribió el doctor Hugo Neira

No tengo el gusto de conocerlo, doctor Neira, pero sí lo he leído y escuchado. Para mí usted es un referente para entender el Perú, y por eso mismo me honra que me haya escrito una carta en este medio (https://bit.ly/2y25RPV) para criticar mi columna La nueva generación perdida, que publiqué en El Comercio (30/3/2020) sobre cómo el coronavirus haría de los millennials la primera generación perdida en un siglo (https://bit.ly/2RfUxq9). Me tomo la libertad de responder su carta (sería una descortesía no hacerlo), con todo el respeto que un intelectual como usted merece, por su vasto conocimiento y sabiduría, y me disculpo de antemano por usar ejemplos personales para contestar algunas de sus aseveraciones.
De su carta se desprende un prejuicio contra los millennials. La generalización puede llevar a conclusiones erróneas. Aunque soy un gran crítico de mi generación, no a todos los millennials nos resbalan las ciencias sociales y las humanidades, como escribió en su carta. Hasta el día de hoy pienso que debí estudiar sociología o filosofía en lugar de periodismo (¿debe siquiera estudiarse el periodismo?). Soy un apasionado de mi profesión, pero bien la pude aprender en la calle. Me saqué el clavo en la maestría, pero todavía sueño con estudiar alguna de esas disciplinas como una segunda carrera. Mi caso es solo una anécdota. Hay más millennials interesados en las ciencias sociales de lo que usted imagina.
No escribí que los millennials peruanos fueran la primera generación perdida desde finales del siglo XIX. Me refería a los millennials como generación a nivel global y en términos económicos. Las cifras están allí, son públicas. De hecho, escribo: “Cierto es que en el Perú la situación es un poco distinta […] Este grupo es, además, más parecido a la generación X”. Si habláramos del Perú, bueno, aquí todas las generaciones han sido perdidas de algún modo u otro.
Coincido con usted en que las generaciones perdidas han creado obras monumentales. Será que el arte no viene necesariamente de la felicidad, sino quizás de eso oscuro que uno guarda dentro de sí. Pregunta usted en su carta si he leído a Hemingway. Sí, lo he leído. Es mi escritor preferido. Pregunta si a Fitzgerald. También, así como al resto del grupo de Gertrude Stein. También a varios de los autores peruanos a los que se refiere. La cultura no es exclusiva de una generación. Ni de la suya, sin duda más culta que la millennial, ni de las anteriores. Se lo digo siempre a mis alumnos de semiótica. La generación que le precedió, doctor Neira, criticó (injustamente) a la suya por haberse envuelto en movimientos socialistas y revolucionarios, y por la música que escuchaban. Así podemos seguir hasta el origen de los tiempos.
Cita usted a Manuel Castells en referencia a que la cultura de la red transmite no ideas o argumentos sino emociones. Coincido. Castells, sin embargo, está dentro del espectro de los medianamente optimistas en cuanto a los cambios que impone Internet. Soy un poco más pesimista, comulgo más con Zygmunt Bauman, Hans Magnus Enzensberger, Neil Postman, Aldous Huxley y Byung-Chul Han. Disculpe la arrogancia de esta verborrea de nombres, pero hay que demostrar que a los millennials les puede atraer algo más que Tinder y el reggaetón.
Y sí, doctor Neira, como usted escribe, la vida es ahora guiada por la emoción. Ha llegado el fin de la reflexión. Ahí están los 280 caracteres de Twitter y los memes. En redes sociales (en las que no tengo presencia, dicho sea de paso) la gente contesta sin pensar, casi como reflejo, como un enjambre de individuos involucionados. Y eso no se aplica solo a los millennials, sino a todas las generaciones. La individualización ha llegado al punto de que las personas creen que sus verdades individuales son universales. No creo, como señala usted, que esta desorganización provenga únicamente de las fake news. Como muchos estudiosos han investigado, incluyendo un columnista de este portal, esta desorganización viene del fin del orden social impuesto por la escritura. El orden social digital rompe la representación, la verticalidad y la metáfora creadas por la escritura y lleva a… todavía no se sabe, pero seguro no es a un buen lugar. Por eso será prácticamente imposible construir democracias auténticas. A la democracia la atropelló Internet hace ya un buen tiempo.
Cuesta creer en los millennials. Pero también es importante que las generaciones mayores les den una oportunidad, desprovista de prejuicios, a las menores. Aplica también a los millennials sobre los jóvenes que nacieron después del 2000, a quienes muchas veces se les critica también con prejuicios. No metamos a todos en la misma bolsa por lo que vemos en la televisión.
Quiero agradecerle otra vez por criticar mi columna. Ha dado oportunidad para que compartamos argumentos intergeneracionales sobre cómo Internet cambia a las sociedades, aunque con posiciones distintas. Y mire qué irónico que recurramos a ella para que una persona de 83 años debata con otra medio siglo menor que él.
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