Capitalismo consciente: un futuro prometedor

En estos días estoy terminando de leer Conscious capitalism de John Mackey y Raj Sisodia y quería compartir con ustedes algunas reflexiones sobre este libro. En él se da cuenta de la importancia de las empresas para el crecimiento económico y el bienestar de una comunidad y del país en su conjunto. Por ello, los autores postulan que el objetivo de gestión de una empresa no solo debe centrarse en las utilidades económicas, sino también en el bienestar que le genera a la comunidad; y por ende, en su contribución a la creación de valor económico y social en el entorno en el que se desenvuelve.

La responsabilidad social se convierte entonces en un área vital de una empresa. Por ello la medición de los resultados de éxito que se evalúen al final de cada trimestre en la junta de accionistas debería incluir los logros sociales y económicos de cada empresa. Imagino entonces una farmacia, en la que además de vendernos los productos que nos recetan los médicos cuente con una herramienta totalmente digital y automática que mida la presión arterial, la frecuencia cardiaca, el índice de saturación y el nivel de azúcar en la sangre. De esta manera la experiencia del cliente pasa de “comprar medicinas”, a “cuidar la salud visitando la farmacia de la esquina”.

Asimismo, puedo pensar en un supermercado en el que al ingresar –usando herramientas de economía del comportamiento– nos induzcan a visitar primero la sección de frutas y verduras, para llegar al final a aquello que es más complejo para nuestra salud y al mismo tiempo, más caro. Esto como consecuencia de una estrategia preconcebida: disposición de las góndolas, la música y el aroma de las secciones del local. 

Podríamos incluso añadir una herramienta tecnológica que mida el tiempo de estadía del público en las zonas con productos saludables, y una analítica de datos para ver porcentajes de gastos en comida saludable. Así, la visita del cliente al supermercado pasa de “hacer las compras”, a “cuidar mi salud mientras compro lo que me gusta en un ambiente distendido”.

Y es que el consumidor no es un número más en la contabilidad, es el ser humano cuya vida queremos contribuir a enriquecer y hacer más agradable. Esto pasa obviamente por un cambio de chip en algunas organizaciones, y que midamos –por ejemplo, en la farmacia y en el supermercado– no solo la fidelidad del cliente, sino también su longevidad y calidad de vida.

La masificación de la producción trajo una época de grandes volúmenes y grandes operaciones; pero es hora de usar la tecnología para darle una orientación nueva a nuestras empresas. Ese capitalismo consciente es el que ya está empezando a asomar en algunas de nuestras organizaciones. 

Estoy segura de que el esfuerzo en esta línea no solo será importante en los próximos años, sino que además marcará la diferencia en aquellas sociedades que son más igualitarias y con mejores indicadores de bienestar entre sus ciudadanos.