Alejandro Arestegui

Autodefensa, rearme y el despilfarro

Un recuento sobre la autodefensa colectiva de Europa y la OTAN

Autodefensa, rearme y el despilfarro
Alejandro Arestegui
14 de marzo del 2025


La semana pasada analizamos cuál fue la relación de Estados Unidos con la OTAN y el futuro de esta organización de defensa militar. Sin embargo, tras los anuncios de la administración Trump de irse distanciando poco a poco de esta organización, queda ya en manos de Europa el tema de su propia defensa. Es más, hace pocos días en una cumbre de líderes europeos anunciaron un incremento considerable del presupuesto en defensa, lo que constituiría en sí el rearme de Europa. Analicemos de forma histórica cuál fue el proceso de conformación de un sistema de defensa común a toda Europa y de cuál podría ser el futuro si es que ésta no se consolida, o lo hace de forma errada.

En el ya clásico libro sobre las instituciones y derecho de la Unión Europea, escritas por la doctora Mangas Martín y el doctor Liñán Nogueras se explica de forma detallada que desde el final de la segunda guerra mundial Europa atravesó serios problemas para poder organizar una defensa colectiva. Las carencias económicas y las divisiones políticas de la segunda posguerra hacían que Europa Occidental pudiera ser presa fácil de las dos superpotencias de la época, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Desde luego, 1945 marcó el fin de un mundo que hasta entonces había sido dominado en las relaciones internacionales por Europa, el modo de enfrentamiento bipolarizado amenazaba no solamente la existencia de Europa sino su puesto como el centro del mundo. 

Aunque Europa evitó caer bajo la total dependencia económica norteamericana gracias a la OECE, los temores por el expansionismo soviético eran anteriores e inmediatos al fin de la guerra mundial misma (aunque esto lo ponemos en duda) fueron creciendo con los alarmantes acontecimientos posteriores. En definitiva, militarmente Europa Occidental vivió amenazada entre 1945-1950 no sólo por el temor a una invasión soviética sino también por la paranoia de un resurgimiento del militarismo alemán y sin apenas medios para defenderse en caso de agresión.

Francia y el Reino Unido seguían creyendo que el mayor peligro estaba en Alemania y firmaron un Tratado de alianza y asistencia mutua (Tratado de Dunquerque, del 4 de marzo de 1947) que más tarde se extendió a los tres países del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), firmándose el “Tratado de colaboración económica, social y cultural y de legítima defensa colectiva” en Bruselas el 19 de marzo de 1948 (que a partir de 1954 se denominaría Unión Europea Occidental, UEO, con el ingreso de Alemania e Italia).

Ahora bien, la creación de la OTAN en 1949 tampoco se inscribe en el proceso de la unidad europea sino en el marco de la confrontación Este-Oeste que caracterizó el fin inmediato de la segunda guerra mundial, en tanto que mecanismo efectivo de defensa del sistema occidental. Pero no se podía pensar en un ejército europeo sin la presencia alemana. Por ello es que Churchill propuso ante la Asamblea Consultiva del Consejo de Europa (11 de agosto de 1950), y ésta apoyó, la creación de un ejército europeo unificado en el que participara Alemania Occidental. Sin embargo, Francia desconfió de esta propuesta británica que implicaba el rearme alemán.

El tiempo, y sobre todo la presión norteamericana, así como la guerra de Corea hicieron madurar al Gobierno francés, que en 1951 presidía René Pleven, el cual encargó a Jean Monnet un plan similar al Plan Schuman, denominado “Plan Pleven”, mediante el cual se preveía la creación de una Comunidad Europea de Defensa (CED, Tratado firmado el 27 de mayo de 1952). La iniciativa francesa trataba de evitar el resurgimiento de un ejército alemán autónomo a cambio de la creación de un ejército europeo en el que aquel quedara absorbido en el conjunto. La estructura institucional era similar a la de la CECA. Sin embargo, la propuesta suscitó un gran debate.

Aunque cuatro Estados ya lo habían ratificado y en Italia no se presentaban problemas, el rechazo francés provocó el abandono de la incipiente CED y, con ella, de la CPE. Se encontró una solución al problema de la defensa permitiendo a Alemania Occidental e Italia formar parte del Tratado de Bruselas, el cual fue modificado mediante los cuatro Protocolos de París de 24 de octubre de 1954, que rebautizaron al Pacto de Bruselas con el nombre de Unión Europea Occidental, «UEO», permitieron el rearme alemán al tiempo que le sometían a prohibiciones, límites y controles severos y más tarde facilitaron el ingreso de Alemania Occidental en la OTAN el 5 de abril de 1955).

Luego de este repaso histórico, comprendemos que Europa ha atravesado problemas para organización de defensa colectiva desde hace casi 80 años. Así mismo, la total adscripción de Europa occidental dentro de la OTAN ha generado que desde esos años Europa dependa exclusivamente de Estados Unidos para su defensa. A pesar de que la guerra fría concluyó, la OTAN siguió existiendo e incluso se involucró en algunos conflictos como la intervención en Kosovo en 1999.

No obstante, con la desaparición del bloque soviético, la OTAN fue expandiéndose cada vez más hacia el este, lo cual permitió a la alianza contar con mayor cantidad de efectivos y con unas industrias cada vez más diversificadas. Las anteriores administraciones estadounidenses lamentablemente concedieron mucho al construir bases en los nuevos países y al incrementar el número de tropas en las zonas periféricas.

El problema radica en que Europa no ha incidido desde hace décadas a sus países miembros en aumentar su presupuesto militar. Estados Unidos lleva durante años quejándose que ninguno de los países miembros pone verdadero esmero en su industria militar y mucho menos en su presupuesto en defensa salvo excepciones muy concretas. Últimamente han estado circulando estadísticas bastante sesgadas donde indican que se ha estado sobrevalorando el aporte que Estados Unidos ofrece a la alianza.

Sin embargo, sus detractores poco o nada se ponen a pensar del enorme desembolso que Estados Unidos realiza, no solamente con personal y equipo militar, sino también con logística, información privilegiada y sobre todo con aporte económico cuantioso para mantener a flote la OTAN. Si hablamos incluso de cantidad de soldados, el segundo ejército más grande en cuanto a hombres, por detrás de Estados Unidos, es Turquía, por detrás se encuentra Reino Unido, Francia, Polonia y el resto de miembros. 

Al examinar los compromisos adquiridos recientemente en la cumbre, constatamos que la Unión Europea únicamente contribuirá con 150 mil millones de euros adicionales al presupuesto de la Comisión mediante préstamos respaldados por la misma. Al analizar el acuerdo, se percibe que no se mencionan los 800,000 millones de euros que estas inversiones podrían movilizar anualmente durante cuatro años, la titular de la comisión Ursula Von der Leyen ante la prensa el pasado 6 de marzo. Esto implica que los 650,000 millones de euros deberán ser aportados por los estados miembros y que el gasto en defensa actual, que equivale al 1,9% del PBI europeo, deberá incrementarse aproximadamente a 3,5% del PBI de los Estados Miembro en los años venideros. Este incremento podría representar, en numerosos casos, la duplicación del gasto actual en defensa (como el caso de algunos países como España).

Considerando que esta cifra corresponde a la potestad de los Estados Miembro y no está sujeta a sanciones por incumplimiento, es probable que el incremento del 1,5% propuesto por Von der Leyen se quede, en última instancia, en un deseo sin concretar. Es necesario examinar en la cumbre de la OTAN de finales de este año el verdadero compromiso que los Estados Miembro presentan en realidad. Indudablemente, la declaración propone la utilización de la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, relativa al endeudamiento, para facilitar dicho incremento presupuestario destinado a la defensa de los Estados Miembro. El aparente rompimiento de la austeridad fiscal significa nuevos impuestos, más endeudamiento y por ende un empobrecimiento a largo plazo de los ciudadanos europeos.

Personalmente me parece excelente que Europa haya decidido por fin aportar a su propia defensa y rearmarse como es debido. El problema radica en que los 800 mil millones de euros que costará la primera fase del rearme europeo pueden ser dilapidados en cuestión de años. Esto debido a que si se acaba la amenaza rusa no hay de momento un conflicto que medite fue el uso de grandes cantidades de soldados y armas, por lo que estaríamos hablando de un desperdicio gigantesco de recursos y de una nueva crisis económica que resultaría de un nuevo abandono de toda la industria militar. Estamos ante un verdadero dilema que lo van a decidir los burócratas y políticos de Bruselas, con el dinero de los contribuyentes europeos, nada nuevo en los juegos de poder.



Alejandro Arestegui
14 de marzo del 2025

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