Dante Bobadilla

Ángeles y demonios

Entre la traición a la patria y la herejía

Ángeles y demonios
Dante Bobadilla
17 de marzo del 2021


Ante la carencia de auténticos líderes políticos y la pasmosa orfandad de propuestas serias en esta campaña electoral, hay quienes pretenden reducirlo todo a una guerra entre el bien y el mal, entre creyentes y ateos. Es decir, entre buenos y malos. Así de simple y fácil. No hay nada que analizar, solo hay que alinearse para vencer al mal. 

Pero algunos preferimos renunciar al sectarismo. No vamos a pintarnos la cara para entrar a una guerra tribal. La política es un campo de ideas y debates. Si eliminamos eso ¿qué queda? Nadie debería quejarse por las críticas, y menos si están en la arena política. Y mucho menos si profieren opiniones cuestionables. Resulta difícil para un liberal reemplazar un colectivismo de izquierda por otro de derecha, o cambiar un estatismo socialista de izquierda por uno de derecha que igual desconfía del mercado y la empresa privada. ¿Qué vamos a cambiar? 

En la Venezuela prechavista se alternaban dos partidos socialistas: uno socialdemócrata que era copia del Apra, y otro socialcristiano que era copia del PPC. La respuesta a ambos fue el socialismo extremista de Hugo Chávez. Ahora mismo la oposición a Maduro sigue siendo de esencia socialista. No hay manera de cambiar ese país si no cambian de mentalidad. Mucha gente no concibe que el socialismo está en todos lados, incluso en la misma Iglesia católica. Desde el Concilio Vaticano II surgió un ala socialista en el clero. De manera que no por estar cerca de la religión alguien deja de ser socialista.

Tal vez en el Perú no existe lugar para voces reflexivas que escapen del dogma y el credo. Tal vez sucumbamos en medio de las pasiones de los colectivismos que pretenden imponernos sus visiones, modelos, creencias e ideologías para crear un mundo perfecto de seres iguales, sin capacidad para el razonamiento y la iniciativa individual. Una sociedad sin libertad de opinión ni pensamiento crítico, donde los cuestionamientos a la autoridad oficial o al colectivo son asumidos como traición a la patria, por unos, y como herejía por otros. A eso nos están empujando. 

¿Qué se propone como país en esta campaña? Nada. Nadie está interesado en cambiar las estructuras adormecidas del Estado, que es un lastre para el desarrollo del país. Todos son lo mismo. No olvidemos que tanto PPK como Keiko Fujimori –e incluso Rafael López Aliaga– se definieron en algún momento como de izquierda. Por eso nadie propone nada sustancial, como reducir el Estado y eliminar la maraña legal de regulaciones que genera corrupción y empujan a la población hacia la informalidad, el desempleo y la delincuencia. Las propuestas son puras payasadas, como una nueva Constitución y regalar el dinero público de diferentes maneras.

¿Cómo es posible que una persona tan limitada intelectualmente, como el señor Yonhy Lescano, encabece las encuestas? O que un exdeportista improvisado en política, que ha alimentado su cerebro solo con salsa y reguetón, tenga opciones de ganar. Es el reflejo de la decadencia no de la política sino de la sociedad. La gente no sabe quién es Yonhy Lescano. Nuestra sociedad vive desinformada. Al 80% no le interesa la política. De allí que la campaña sea solo una competencia de caras, egos y propuestas desaforadas y hasta irracionales.

Algunos emplean un discurso de guerra: acabar con estos y aquellos. Proponen convocar a la tribu en un referéndum, como lo hizo Vizcarra. Unos quieren acabar con monopolios y oligopolios; pero no ampliando el mercado, sino castigando a las empresas, como si ellas tuvieran la culpa de que nuestro mercado no sea competitivo por estar sobrerregulado. Nadie propone cambios sustanciales en el Estado, como eliminar sectores enteros que carecen de sentido y utilidad, rematar las empresas del Estado que solo generan gasto y mal servicio, ni piensan en reducir la burocracia. Y menos proponen eliminar los impuestos que afectan al pueblo hasta cuando consume bienes esenciales como agua potable, luz eléctrica o Internet. Al contrario, quieren ponerle impuestos a la educación. El 70% del precio de la gasolina son impuestos que encarecen el transporte y afectan a todos, pero nadie propone reducirlos. Solo ofrecen más y más dádivas del Estado. ¿Cuál es la diferencia?

Para un liberal no hay mayores opciones ni diferencias. Solo hay una pelea por el control del Estado dentro del mismo esquema. Y lo peor es que no hay debate posible porque hay dos cosas que son sagradas en este país y que está prohibido cuestionar: el Estado y la religión. No nos quejemos pues si todo sigue igual. Solo vamos a cambiar mocos por babas.

Dante Bobadilla
17 de marzo del 2021

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