Juan Sheput

Alto a la destrucción de espacios públicos

Alto a la destrucción de espacios públicos
Juan Sheput
11 de mayo del 2017

Se debe fiscalizar a los alcaldes que atentan contra la urbanidad

A raíz del cierre involuntario de la librería La Libre, en Barranco, he tenido oportunidad de conversar con varios vecinos y la preocupación es la misma: se ha convertido en una constante la destrucción de espacios públicos y la invasión de bodoques habitacionales sin ningún criterio de expansión ni diseño urbano. Pequeñas calles son absorbidas por monstruosos edificios, hermosos parques son engullidos por el cemento, espacios dedicados a la diversión son invadidos por centros comerciales o empresas particulares. La destrucción urbana avanza, así, viento en popa.

Nos preguntamos ¿este fenómeno es exclusivo de Barranco? Pues no, atañe y perjudica también a otros distritos. La plaga de cemento, invasora de espacios públicos y destructora de tranquilidad y armonía, se ha convertido lamentablemente en parte de la normalidad. Ello, se debe saber, no es normal. Tengo la suerte de conocer otras capitales latinoamericanas, y en ninguna de ellas se permiten los despropósitos que, a vista y paciencia de los alcaldes locales, se permiten en Lima Metropolitana y en los distritos. Sin ir muy lejos, en Santiago de Chile, a bodoques de cemento como los que se está viendo aquí, en diversos lugares de la ciudad, se les conoce como “guetos”; guetos verticales, trampas urbanas, viviendas precarias, que solo generan incomodidad y que son una trampa para la seguridad vecinal. Allá no se permiten. Aquí sí.

Por eso cobra especial importancia la oportuna iniciativa de las congresistas Marisa Glave e Indira Huilca de presentar un proyecto de ley —que me permito felicitar— que tiene que ver con la protección de espacios públicos, y al cual apoyaré pues me parece justo y necesario. No puede ser que playas que son para todo el mundo se conviertan en cotos privados, que verdes parques se transformen en centros comerciales, que canchas públicas de fulbito se concesionen, que canchas de fútbol se pongan a la venta y que las piscinas se rellenen para hacer encima de ellas ferias. Basta ya de tanto abuso con la vecindad. Lo que hacen algunos alcaldes ya no solo es corrupción, sino además un total atropello e irrespeto hacia las futuras generaciones.

Pero los vecinos también tienen que hacer su tarea. En primer lugar tienen que organizarse y hacerle sentir al alcalde su oposición a este tipo de actividades lesivas contra la urbanidad. Un alcalde no está para destruir parques y poner en su lugar edificios, ni para lotizar el distrito; eso es corrupción. Un alcalde está para generar bienestar para su colectividad. Y nosotros somos los encargados de fiscalizarlos.

Juan Sheput

Juan Sheput
11 de mayo del 2017

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