Carlos Hakansson

A río revuelto ganancia de pescadores

Ponderar la realidad del país para recomponer su precaria democracia

A río revuelto ganancia de pescadores
Carlos Hakansson
01 de marzo del 2022


La historia republicana pone en evidencia las fortalezas y debilidades de cualquier comunidad política: Entre las primeras, destacamos la resiliencia, como la capacidad de asimilar la adversidad ante los cambios; por ejemplo, las crisis económicas, el terrorismo, la pandemia, etcétera. También el espíritu emprendedor para cubrir sus necesidades básicas de empleo y manutención, sin esperar la ayuda estatal; la solidaridad para apoyarse en sus vecinos, amigos y familiares para la solución de problemas comunes (alimentación, transporte, cuidado de menores, seguridad ciudadana, entre otros).

Sobre las debilidades, me detengo en el poco espíritu crítico ante la información brindada por los masivos medios de comunicación. Una “fe televisiva y radial” que produce un efecto “teflón” al candidato sleeper que arremete en el tramo final de una campaña electoral, cuando se trata de personas llenas de cuestionamientos de tipo penal. Una sociedad civil susceptible de ser manipulada que, día a día, labora para salir adelante y no pone debida atención sobre la capacidad e intenciones sobre los candidatos que desean alcanzar el poder.

El párrafo anterior describe una conducta que vivimos desde fines del siglo XX. La desilusión de la clase política tradicional que puso la mirada en outsiders, presuntamente no “contaminados” con la finalidad de buscar un cambio. De hecho, los movimientos o campañas políticos sustituyeron la palabra “esperanza”, propia de una etapa post regímenes de facto, por “cambio” de personas y nuevos estilos de gobierno. En ese sentido, nuestros antecedentes políticos no han levantado las banderas de libertad e igualdad para alcanzar el poder, cuando se agitaron banderas en su nombre tampoco tuvieron éxito en las urnas, sino más bien destacaron otras: “fe, honradez, trabajo”, “más trabajo”, “la gran transformación”, “lucha contra la corrupción”, hasta la última: “no más pobres en un país rico”. La frase “dime de qué presumes y diré lo que careces” debe tenerse presente tras las consecuencias de tan “auspiciosas” formas de ejercer el poder.

Todo lo anterior nos conduce a la situación que vivimos en la actualidad. Las acusaciones de corrupción a los expresidentes, han dado lugar a una respuesta tan proporcional como peligrosa tras el escándalo internacional producto del caso Lava Jato: la vacancia presidencial. Un mecanismo extremo que, entre sus causales, posee una de contenido abierto para su interpretación política y aplicación por los congresistas: la incapacidad moral permanente. Sobre esta figura se ha escrito bastante en los últimos años, por eso deseamos aportar explicando los pilares en los que reposa y que descubrimos entre las atribuciones del presidente de la República: personificar la razón, dirigir las relaciones internacionales y administrar la hacienda pública. 

La indignidad para el ejercicio del cargo se aprecia por las faltas a cualquiera de las tres citadas competencias, o a todas ellas en conjunto. Si el jefe de Estado personifica a la nación debe transparentar sus actos públicos y atender las interrogantes de la prensa libre. Si dirige las relaciones internacionales es para mejorar la posición geopolítica y comercial del país en el mundo, no para obedecer dictados de gobiernos extranjeros y poner en debate la integridad de nuestro territorio. El deber de administrar la hacienda pública tampoco le permite trato preferente, fuera de la ley y a favor de grupos de presión como tampoco colocar en la administración a personas no idóneas para los cargos públicos.

La causal incapacidad moral permanente puede surgir inmediatamente si el presidente es descubierto en flagrancia delictiva, pero también cuando su perfil se va configurando a través de una suma de actos irregulares no esclarecidos en el tiempo. Se trata de una figura de naturaleza política, por eso solo podrá ser aprobada por mayoría calificada de ochenta y siete votos parlamentarios. Pero la preocupación no sólo debe estar en si los representantes de oposición alcanzarán ese número, sino también ponderar la realidad del país para recomponer su precaria democracia tras aplicarse, si carecemos de sólidos cimientos institucionales para afrontar sus consecuencias. Por eso, tengamos claro que no solo es una cuestión de votos, sino una decisión basada en la experiencia, madurez y realismo, pues “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

Carlos Hakansson
01 de marzo del 2022

NOTICIAS RELACIONADAS >

Las reformas electorales antisistema

Columnas

Las reformas electorales antisistema

Las normas electorales funcionan como un sistema que, además de...

01 de abril
Los pilares invisibles de la justicia internacional

Columnas

Los pilares invisibles de la justicia internacional

En el vasto paisaje del derecho constitucional comparado, tres concept...

25 de marzo
Las constituciones del siglo XXI y las tiranías

Columnas

Las constituciones del siglo XXI y las tiranías

  Los textos constitucionales iberoamericanos han experimentado ...

18 de marzo

COMENTARIOS