Giovanna Priale

A propósito de la banca movil

A propósito de la banca movil
Giovanna Priale
27 de enero del 2017

Esperemos que el gobierno tenga la claridad para usar el BIM

En el 2012 escribí mi primera columna sobre las inmensas posibilidades del uso de la banca móvil en Perú, como un canal potente para fomentar el acceso y uso de la población que, hasta ese momento, no usaba el sistema financiero formal.

Tuve la posibilidad de revisar la experiencia de Kenia y el modelo M-PESA, el mismo que posibilitó dinamizar y multiplicar el uso de los servicios financieros, debido principalmente a que la población que trabajaba en zonas rurales necesitaba horas y días para trasladarse a algún punto financiero para realizar un depósito o retirar dinero. De esta manera, M-PESA atendía una demanda insatisfecha y, por eso, el uso del servicio se popularizó y contribuyó a generar mercados y con ello, al desarrollo. Existen estimaciones diversas respecto a la contribución de este producto al crecimiento del PBI, y ésta se calcula entre 0,5 a 1%.

No obstante, en Perú esta iniciativa aún no prende como todos quisiéramos y creo que esta situación obedece a distintos factores. No obstante, si partimos de reconocer que 6 de cada 10 peruanos no usa el sistema formal y que termina muchas veces pagando tasas de interés de incluso 7,000% por un crédito, debido a que recurre al prestamista informal, nos queda claro que la banca móvil (bim) puede convertirse en una herramienta que contribuya al desarrollo de los empresarios de la pequeña empresa – al ofrecer menores costos financieros- y al crecimiento económico de las localidades y regiones –al generar un círculo virtuoso de negocio y financiamiento.

Sin embargo, queda claro que las necesidades del trabajador incluidos o no financieramente son muy diferentes.

En el primer caso, dada nuestra accidentada geografía y lo disperso que se encuentran muchas de las comunidades, hace falta que el Estado participe a través, por ejemplo, de la construcción de redes virtuales de servicios a disposición de empresas pequeñas, municipalidades y usuarios, en las que los pagos se realicen todos vía BIM. Así mismo la posibilidad – por lo menos al inicio – de ver que en efecto existe “dinero tangible” al final del proceso contribuiría a darle validez y generar confianza en el nuevo esquema de banca móvil.

Mientras que en el segundo caso, se trata de que el BIM le ofrezca a los usuarios del sistema financiero formal nuevas opciones, como el pago de mi AFP o el de mi seguro de salud, y para ello se debe construir una red interconectada de información vía los diferentes canales disponibles que le facilite la vida al usuario.

Quedan lecciones interesantes de esta primera etapa del BIM y, sin duda, la Comisión de Inclusión Financiera tiene en este instrumento una valiosa herramienta para mejorar la vida de millones de personas.


Esperemos que el gobierno tenga la claridad para usar el BIM y lograr que su uso masivo sea capaz de contribuir de manera decidida a la revolución social que ha prometido el nuestro Presidente.

Giovanna Prialé Reyes

Giovanna Priale
27 de enero del 2017

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