Juan Sheput

A Palacio llega cualquiera

Pero no debemos dejar que destruya el país

A Palacio llega cualquiera
Juan Sheput
25 de febrero del 2022


Desde que el 8 de diciembre de 1931 Víctor Raúl Haya de la Torre dijera, en un célebre discurso en Trujillo, que “a Palacio llega cualquiera”, han transcurrido noventa años. Como político de fuste, Haya dio a sus palabras un carácter prospectivo, anticipatorio, que se fue consagrando en la realidad, para desgracia nuestra, conforme los años fueron pasando. Y digo desgracia pues estamos comprobando que la tragicomedia peruana no es que solo a Palacio llega cualquiera, sino también al Congreso de la República, a los ministerios, a los municipios y a cuanto lugar público se pueda imaginar.

Es parte de nuestro proceso de descomposición, del país sin élites del que hablan varios historiadores. El prestigio ya no importa en el Perú. Más sentido tiene el escándalo o la popularidad. Llegar a un puesto de alta responsabilidad no necesariamente es el premio a una trayectoria ni el reconocimiento a una forma de desempeño, sino la moneda de cambio por un favor partidario o un compromiso amical. En ese sentido, siempre vienen a mi memoria conversaciones con Alberto Borea o con Manuel Moreyra cuando, en el Foro Democrático, me señalaban que no se puede amar al Perú si no se conoce su historia, y de la importancia de la preparación para la acción política o la gestión pública.

En estos días, de una política digna de un reality, esos consejos no importarían, bastaría con un escándalo para lograr el reconocimiento no solo popular sino también social. Responsables de ello no solo son los políticos sino los comentaristas elevados a la categoría de opinólogos que, cubiertos con el cartón de politólogos, ofrecen soluciones simplistas a la gran complejidad de la política. Ignorantes de los códigos de la política descalifican las acciones que la hacen viable: a las conversaciones las vuelven repartijas, a las reuniones las transforman en complot, a las alianzas las desfiguran convirtiéndolas en sancochados. ¿El resultado? Una política acorralada, a la deriva, en manos de personas temerosas del rol que la historia les ha asignado. 

En medio de este simplismo algunos indican que los momentos actuales se asemejan a una partida de ajedrez. A ellos les respondo volviendo a otra frase del mismo Haya, “si uno quiere jugar ajedrez en la política no debe tener dudas de que le tirarán el tablero en la cabeza”. La importancia del político estriba en entender esa situación, en administrar su frustración y, sin amilanarse, encontrar otro camino. Y si en la búsqueda de esa vía uno tiene que sentarse con el adversario o con aquel que ayer me agravió pues hay que hacerlo; en eso estriba la grandeza de la política.

Quiénes fueron rivales electorales, y por ello cuentan con bancadas en el parlamento, tienen que entender la gran responsabilidad que conlleva mantener a Pedro Castillo en la presidencia. Si el Perú está primero, y claro que lo está, hay que evaluar la permanencia de Pedro Castillo y Dilma Boluarte como sinónimos de ingobernabilidad. Si a Palacio llega cualquiera, y este le viene haciendo un tremendo daño al país, la Constitución señala el camino para la solución del problema. Y será la Historia la que juzgará a quiénes pudieron entender o no el rol que se les ha asignado en estos tiempos.

Juan Sheput
25 de febrero del 2022

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