Jorge Varela

A la espera de otra revuelta

En medio de una agobiante crisis moral y cultural

A la espera de otra revuelta
Jorge Varela
10 de septiembre del 2024


¡Oh!, las noticias del día a día. Cada mañana despertamos en Chile con un titular más impactante y terrible que el anterior. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué los medios de comunicación reflejan tanta miseria moral, escarnio y maldad? Sin duda, el origen de las malas nuevas no es atribuible a los periodistas, salvo que se trate de algunos desalmados fáciles de identificar. Entonces, ¿dónde radica la causa primera de esta avalancha difícil de soportar? ¿En la sociedad? 

Todo indica que hay una crisis moral agobiante que anida al interior de nuestras conciencias y que irrumpe bajo formas oscuras, vestida de violencia contra las personas, abusos de todo tipo contra la mujer y los niños, fuerza ilegal contra los bienes y la propiedad, corrupción, narcotráfico, lavado de dinero, actos contra la institucionalidad y/o el patrimonio del Estado. ¿Para qué seguir?

 

Cuando todo vale

A lo escrito, publicado y graficado es necesario agregar el aprovechamiento bastardo con fines político-ideológicos de hechos como los mencionados, y la denuncia temeraria de conductas amorales o inmorales que remarcan situaciones contingentes con ruido y escándalo premeditado, convirtiéndolas en casos mediáticos oprobiosos para abatir al adversario que yace en el piso. Es un modo miserable de agredir, uno de los métodos que utiliza el villano de turno, aquel personaje lábil, -inestable, resbaladizo-, que se siente poderoso sin serlo. 

 

Rol de la autoridad

Para asumir la vocería en nombre de los humildes se requiere algo más que mera arrogancia juvenil; no basta haber leído a la Mistral, Parra o Neruda, ni adoptar posturas de intelectual anteojudo. Si incluso hasta las metáforas resultan insuficientes para ocultar la liviandad jurídica de quien atropella el principio básico de inocencia e insiste en despotricar contra la elite, como si fuera un ser puro proveniente de otra galaxia donde no rigen normas básicas para relacionarse, ni códigos de conducta, olvidando que el lenguaje es un arma venenosa y letal en boca no habituada a cerrarse a tiempo. 

El rol de una autoridad que detenta poder delegado por mandato constitucional, no es el de comentar a su arbitrio cualquier hecho o circunstancia que ocurra en su territorio como analista de farándula que observa desde una ventana indiscreta y se alimenta de opiniones interesadas en atizar la confusión, para obtener ganancias electorales de bajo monto. Si el objetivo es llegar a la meta sin problemas y ganar, esto no se alcanzará pegando patadas en las canillas a los competidores que no forman parte del equipo. Hacerlo es propio de canallas. Si se está a punto de perder es mejor que ello sea con dignidad, sin recurrir a manejos o subterfugios tramposos.

 

Tiempo de maleficios y avasallamiento valórico 

Mientras el pueblo soporta con exceso de estoicismo los maleficios avasalladores de la mala gestión de gobierno, éste persiste en su obsesión por trastocar los cimientos culturales de la sociedad chilena mediante iniciativas legales que implican cambios valóricos de envergadura, como el aborto a todo evento y la eutanasia por decisión autonómica. Es una agenda importada que se inscribe en el marco de un humanismo laico, -secularizado-, que recoge toda esa basura proveniente de la civilización occidental pervertida y no respeta la dignidad de la persona como principio y condición primordial.

 

La fórmula equivocada

¿Cuál es la verdadera intención en esta fase? Si la idea predilecta que le da sustento al gobierno de Gabriel Boric y a su conglomerado oficialista (Frente Amplio y Socialismo Democrático), es sepultar al neoliberalismo y demoler a la derecha, -a los restos de una oligarquía golpeada y aturdida-, el impulso irracional reiterativo de dicha fórmula no es la vía más acertada para construir una nueva sociedad.

¿Qué tormenta agita aún las neuronas estacionadas en la mente de sus dirigentes? ¿Todavía sueñan con la refundación del país? En la mayoría de ellos hay más vocación incendiaria que predisposición a apagar el fuego. No debieran pues, continuar echando leña envilecida a la hoguera del ‘conflicto permanente’ como fogoneros expertos en mantenerlo encendido, a pesar del viento en contra, mientras el pueblo exige soluciones concretas que no impliquen peligro de incendio total para la casa común.

En medio de esta realidad espesa, sobreabundante en cizaña, canallas y villanos se preparan ante la inminencia de un nuevo enfrentamiento, del cual nada bueno surgirá para los eternos sufrientes de la historia.

Jorge Varela
10 de septiembre del 2024

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