LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Y, ¿dónde está la izquierda?
La virtual desaparición de las fuerzas izquierdistas en el panorama electoral
No obstante que la desaceleración de la economía relativiza el sentimiento general de bienestar en la sociedad, no hay nada que indique que la izquierda logre capitalizar electoralmente esta situación. No obstante también que la suspensión de los proyectos mineros de Conga y Tía María puede ser atribuido al radicalismo anti minero en general, tampoco existe nada que señale que la zurda logre algún avance electoral. ¿Qué sucede con la izquierda en el Perú? ¿Por qué desde la pulverización de Izquierda Unida en los ochenta este sector no ha vuelto a levantar cabeza?
La izquierda peruana, quizá continuando las peores tradiciones de la Contrarreforma de la Colonia, siempre se inclinó por el dogma. Mientras que las izquierdas chilena y uruguaya comenzaban su aggiornamento en los ochenta y en los noventa, en general, la zurda peruana se momificó en el credo. Quizá por eso Sendero Luminoso nació en el Perú y no en otro lugar.
Semejante estado de cosas, por ejemplo, le impidió a la izquierda peruana entender el colapso del estado populista en América Latina y extraer las lecciones de la caída del Muro de Berlín. Si a eso le sumamos la tendencia al cacicazgo, a la capilla personal, a la inveterada secesión, quizá como en ninguna parte del planeta, entonces, podríamos tener la película que explique el porqué la izquierda peruana hoy es una paria en el espacio público del país.
Cuando las reformas económicas de los noventa le permitieron al país el crecimiento económico y la reducción de pobreza más impresionante de nuestra historia, la izquierda nacional prefirió la ideología. En vez de descubrir las fallas del modelo, las deficiencias del estado en proveer instituciones, carreteras, educación y salud, se dedicó a demonizar lo único que funcionaba del modelo: el mercado.
Cuando la mayoría de la sociedad demandaba un movimiento de formalización de abajo hacia arriba derribando una legislación laboral inalcanzable para las Pymes, la zurda prefirió el dogma de la clase obrera de las grandes fábricas y respaldó las propuestas de esa especie de muerto viviente que es la CGTP. ¿Cómo podía entonces prosperar esa zurda de minorías?
Ahora que no es posible defender con sentido común la tesis de la plusvalía marxista, ahora que es difícil señalar que empresa es sinónimo de explotación frente a millones de pequeñas empresas informales, la izquierda se viste de verde, y desarrolla una cuestionable defensa del medio ambiente con objeto de detener las inversiones en recursos naturales. Pero el avance electoral no llega, le es esquiva, demasiado lejana.
No es de extrañar entonces que la izquierda nacional se haya convertido en una minoría de minorías. El dogmatismo y el cacicazgo se combinan para producir ese devastador resultado. Hoy la izquierda no solo vive una diáspora infinita sino que su segmento intelectual casi ha perdido todo contacto con los activistas de las provincias. De allí que el viejo marxismo comience a ser reemplazado por el ecologismo radical, el radicalismo indígena, el etnocacerismo y todos los extremismos anti capitalistas.
En este contexto, con tantas minorías sin posibilidades electorales, pero que siembran radicalismo en las provincias, ¿acaso hemos superado definitivamente el trauma subversivo de los ochenta? De allí que la izquierda democrática tiene el ineludible deber de superar sus yerros ideológicos y programáticos y convertirse en una opción electoral.
Por Víctor Andrés Ponce
08 – Jul – 2015
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