LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Una noche larga en vez de un amanecer?
Se acabaron las especulaciones. ¡Decide!
A una semana y días de las elecciones se acabó el recreo, como se solía repetir en un eslogan pepekausa. La mayoría de peruanos debe decidir si opta por la posibilidad de un amanecer o se embarca en una noche larga, oscura y tenebrosa, que puede durar varias décadas.
Algunos amigos caviares y “dignos del A y B” creen que pueden domar a la coalición comunista que se agazapa detrás de la candidatura de Pedro Castillo de Perú Libre. Es una reacción humana que también se condice con las tradiciones cortesanas del Perú. La negación del mal que se ha contribuido a construir es una manera de salvar la culpa. Sin embargo, ha sucedido en todos los procesos revolucionarios. De allí que los caviares y los dignos se convertirán en los primeros mencheviques a decapitar.
La idea de algunos sectores que consideran que estamos ante una elección más –Perú Libre es el primer movimiento comunista en la región que no esconde su programa– ignora las enormes posibilidades para el Perú en caso de que la mayoría decida optar por las libertades. Es decir, decida por la candidatura de Keiko Fujimori.
Un eventual gobierno de Fuerza Popular de ninguna manera podría parecerse a las administraciones de las últimas dos décadas. ¿Por qué? De una u otra manera el nuevo gobierno estaría obligado a llevar el Estado hasta los Andes para combatir el proceso insurreccional que impulsa la coalición comunista detrás de Pedro Castillo.
En otras palabras, el Estado tendría que sumergirse en el Perú profundo para aislar la prédica comunista. Pero tendría que hacerlo en democracia, con la Constitución en la mano y respetando la sagrada libertad. En los noventa, Alberto Fujimori llevó el Estado a los Andes, pero sin democracia. En ese entonces la guerra contra el comunismo era militar. Hoy no. Será una guerra social contra la pobreza.
La guerra social contra la pobreza obligará al gobierno de Keiko Fujimori a desarrollar la más amplia convergencia política nacional, sobre todo en el Congreso. De esa unidad nacional nacerá la legitimidad y la fortaleza de los nuevos Ejecutivo y Congreso. Y de una u otra manera, se sentarán las bases para la transición política sin exclusiones que no pudimos desarrollar desde la caída del fujimorato en los noventa, y que explica el regreso del maoísmo y el surgimiento de Pedro Castillo.
Pero no solo se trata de las amplias posibilidades dentro del país. Por ejemplo, el triunfo del comunismo en la Asamblea Constituyente de Chile ha derrumbado el valor de las empresas, ha disparado el dólar, ha elevado el precio de la canasta básica y ha desatado una fuga de capitales sin precedentes. Algo parecido sucede en Colombia con la ofensiva insurreccional que se desarrolla.
¿A qué vamos? Un gobierno de Keiko Fujimori, convertiría al Perú, en un país privilegiado para recibir los capitales chilenos y colombianos, para recibir a las clases medias y técnicos de esos países que buscarían emigrar. Es decir, una inyección de capital pocas veces visto en la región.
Un gobierno de Keiko que lleve el Estado a los Andes en democracia y con libertad, no solo consolidará el sistema republicano, sino que relanzará las inversiones y la economía. El Perú volverá a brillar en la región. En otras palabras, el gobierno de Keiko es la posibilidad de un nuevo amanecer, mientras que uno de Castillo es una noche de décadas, de pobreza y de terror.
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