LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Twitter en contra de Trump
El capitalismo y la larga lucha por la libertad
Twitter ha decidido cerrar la cuenta del presidente Donald Trump. Es decir, del presidente más poderoso del planeta y de la república de la modernidad por excelencia. La mayoría de los habitantes de este sufrido planeta estamos en contra de la manera cómo una turba asaltó el Capitolio, considerado el recinto de las asambleas democráticas de la modernidad: el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, espacios sagrados de más dos siglos de constitucionalismo ejemplar.
Sin embargo, un CEO de cualquier empresa, por más poderosa e influyente que sea, de ninguna manera puede acallar el derecho a la libertad de expresión de nadie, invocando cualquier otro tipo de derecho; menos de un jefe de Estado que, al margen de sus yerros, representa a más de 80 millones de votantes. Es una locura y todo tiene el sesgo del linchamiento de una mayoría relativa sobre otra minoría relativa.
En las elecciones de los Estados Unidos se acaba de expresar una mayoría incuestionable: la mayoría que forman los medios tradicionales con las Big Techs, que integran Twitter, Facebook, Amazon y Google. Desde tiempo atrás estos gigantes de la tecnología y las comunicaciones tienen serias fricciones con los intentos de la República de Estados Unidos para controlar sus atribuciones. Y esas fricciones no solo suelen producirse con el ala derecha de los republicanos, sino también con la demócrata.
Hoy esas fricciones o cualquier especulación se han convertido en realidad: la construcción de los sistemas republicanos en el siglo XXI enfrenta un nuevo dilema entre la libertad de empresa, de la que gozan las Big Techs, y otros derechos inalienables de los sistemas republicanos. Como, por ejemplo, el de la libertad de expresión.
Se dice que Trump promueve la violencia. ¿Quién decide qué es promover la violencia? ¿Quién decide cuándo se sanciona una opinión? Preguntas que siempre se han formulado las corrientes libertarias contra todos los intentos totalitarios. ¿Por qué no hubo la misma censura con los políticos y organizaciones que promovieron la violencia y “los territorios liberados” –en varias ciudades de la Gran Unión– que desarrollaban Antifa y Black Lives Matter? ¿Quién le ha dicho al CEO de Twitter que puede erigirse en el gran censor a favor de la libertad?
El asunto es más espinoso de lo que parece. La propia Angela Melker, Canciller de Alemania, y los políticos de la Unión Europea, han expresado críticas muy duras contra la decisión de la mencionada Big Tech.
Sin embargo, vale aclarar que no estamos ante ninguna novedad. El capitalismo no solo crea competencia sino también monopolios naturales que benefician a la humanidad y el consumidor. Twitter, por ejemplo, expresa un monopolio natural. Algo parecido sucede con Facebook.
No obstante, cada vez que los monopolios se han organizado para acabar con la competencia y afectar a los consumidores, los sistemas republicanos encontraban la forma de controlar el ímpetu del poder empresarial para restablecer las libertades esenciales y la economía de mercado. Allí está, por ejemplo, la Sherman Antitrust Act (ley Antitrust) de 1890, que se propuso controlar a los empresarios que se resistían al sistema republicano.
Trump es un fenómeno de adhesiones y pasiones desatadas. Es un caudillo populista que por momentos se siente por encima de las instituciones de la gran República de la modernidad. Y eso es pecado mortal en la Gran Unión. Sin embargo, algo que no entienden los apasionados de un lado de la polaridad es que después de Trump la globalización y las guerras ideológicas en el planeta se modificarán a profundidad. Incluso los partidos Republicano y Demócrata están obligados a cambiar, a reformarse, alejándose de los extremos, para converger en los valores que han permitido construir la gran república de la modernidad. Otro camino resucitaría los fantasmas secesionistas.
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