LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Trazando la cancha electoral
La urgencia de definiciones programáticas e ideológicas
Una de las preguntas que deberíamos formularnos los peruanos de buena voluntad es, ¿cómo es posible que el Perú hoy enfrente la peor ofensiva colectivista de las últimas tres décadas, no obstante que las izquierdas no ganaron elección alguna? No es una frase ligera. La derogatoria de la Ley de Promoción Agraria –que perpetraron en pared la mesa directiva del Congreso, la administración Sagasti, y tres mil manifestantes que bloqueaban carreteras–, es un misil nuclear a la línea de flotación del modelo económico.
Si se puede derogar una norma que posibilitó nuestra conversión de un menesteroso del agro a una potencia agroexportadora, que incrementó nuestros envíos al exterior de US$ 850 millones a US$ 7,000 millones en dos décadas, entonces cualquier cosa puede suceder. Todo depende de la ocasión y la circunstancia, y menos de 1,500 manifestantes podrían tomar algunas minas y forzar la derogatoria de la Ley General de Minería. Si eso sucediera entonces el modelo económico ya estaría modificado, sin que la izquierda y los colectivismos ganen elecciones y sin asamblea constituyente. El Ejecutivo, el Congreso, la Constitución y las leyes habrían sido dinamitados por dentro y estarían pintados en pared.
Ya se ha sostenido hasta la saciedad que el origen de esta crisis política reside en la guerra política –luego de las elecciones del 2016– que protagonizaron Fuerza Popular y los pepekausas y que desencadenó uno de los periodos más turbulentos de nuestra historia republicana: la renuncia de tres jefes de Estado, el cierre de un Legislativo, un referendo que destrozó la Constitución y una desinstitucionalización general de la República.
Sin embargo, las guerras pasadas no se explican por sí solas. En la base existe una ausencia total de identidad ideológica de los movimientos de la centro derecha que pasaron a la segunda vuelta en esas elecciones. Sin identidad ideológica, generalmente, la coyuntura –sobre todo si es electoral– se devora a los actores políticos.
Esa falta de identidad ideológica no permitió entender que desde la caída del fujimorato –a inicios del nuevo milenio– el neomarxismo y las corrientes progresistas lanzaron una ofensiva para colonizar el Estado y las instituciones sin confrontar directamente con la economía de mercado. Si lo hacían alertaban a todas las derechas políticas y empresariales. Hoy lo hacen porque ya avanzaron, al igual que en Chile.
Esa ausencia de ideología explica las guerras pasadas y la actual ofensiva colectivista que recrudece, se intensifica, con la persistencia del aterrador monopolio estatal en la importación de las vacunas.
¿A qué vienen estas reflexiones sobre guerras pretéritas y ausencias de identidades ideológicas? Sucede que es el mismo escenario de pasiones y conductas que se empieza a presentar entre los candidatos de la centro derecha en el actual proceso electoral. De pronto han comenzado a sacarse las vísceras entre ellos en vez de pugnar por liderar un discurso opositor contra las administraciones Vizcarra y Sagasti que, simplemente, nos dejan un país en ruinas, con miles de muertes injustificadas y sin las vacunas para recuperar la economía y la sociedad en el 2021.
¿Acaso los candidatos de la centro derecha no saben que el ejército enemigo está en la otra orilla observando cómo se despellejan entre sí? ¿Acaso no entienden que, ya sea en la segunda vuelta o en un eventual gobierno de la centro derecha, siempre se necesitará convergencias y sumar fuerzas para evitar la colectivización del país? No hay otro camino.
En cualquier caso, el Perú enfrenta una encrucijada, como nunca antes, frente a la posibilidad de un proyecto que colectivice la economía y destruya el débil y menguante equilibrio entre las instituciones. ¿Por qué? A diferencias de las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016, ahora a la perpetua crisis política hay que sumar la desinstitucionalización general y la destrucción de la economía.
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