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Todos los rostros de Castillo

El jefe de Estado y las alas del Ejecutivo

Todos los rostros de Castillo
Víctor Andrés Ponce
05 de octubre del 2021


Luego del amague de la estatización del gas –en que el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, y el presidente Castillo, jugaron en pared– y después del lanzamiento de “la segunda reforma agraria”, en la que Bellido, Iber Maraví, ministro de Trabajo, y el propio jefe de Estado se convirtieron en protagonistas del radicalismo colectivista, ¿alguien duda del proyecto chavista de Castillo? ¿Acaso alguien cree que el Presidente girará hacia el centro y se distanciará de las influencias del Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef) y de Perú Libre?

Si se trata de creer, entonces es un asunto de fe. No de análisis político. El propio Castillo en el Cusco se encargó de precisar que en su administración no había hojas de ruta ni giros hacia el centro. Las cosas, pues, están claras. El presidente Castillo considera que su gobierno es la antesala de la constituyente y de la organización de un poder no republicano. Es decir, de “la república plurinacional con equidad de género”.

Es la única manera de entender los anuncios de la nacionalización del gas, el muñeco de la segunda reforma agraria y la confianza que se presentaría para defender a Maraví, cuestionado por sus vínculos con el comunismo más ortodoxo. Si el Ejecutivo va a la guerra es porque ha comprendido que el tiempo juega en su contra –problemas económicos y sociales– y, sobre todo, porque el propio Castillo conduce su ejército hacia la batalla final.

A estas alturas todo parece señalar que el sombrero, la humildad y la imagen pasiva del presidente Castillo es un producto puro del marketing bolivariano para confundir a “la reacción”. Y es que los comunistas bolivarianos, al parecer, consideran que la derecha peruana padece una minusvalía endémica. ¿Cómo entender que dos derechas pasaran a la segunda vuelta en el 2016 y, en la siguiente elección, se instale un gobierno comunista? De allí que, desde un inicio se propusieron presentar a Castillo como un alma maleable a la voluntad de la derecha.

El jefe de Estado siempre apareció distante, desconcertado, sin información suficiente sobre los problemas nacionales, y renunció abiertamente a la comunicación. Por momentos parecía un rey secuestrado. Los primeros días de su administración, incluso dos comisarios políticos no se despegaban de su lado.

Pero hoy estamos con la nacionalización del gas, la segunda reforma agraria y acelerando una estrategia para disolver el Congreso. Castillo no solo ha negado cualquier hoja de ruta, sino que ha comenzado a hablar del absurdo de “la industrialización de la coca”, la estrategia boliviana para extender los cultivos de la hoja tan polémica.

Se ha desvelado el telón y el presidente Castillo se ha paseado a su regalado gusto con la llamada izquierda progresista y amplios sectores de la derecha. Las cosas están claras y si se trata de defender la libertad, igualmente, las cosas también están claras.

Víctor Andrés Ponce
05 de octubre del 2021

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