LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¡Todos a votar para salvar a la patria y a nuestras familias!
La enorme trascendencia de una elección que debe salvar vidas
Una misteriosa campaña de terror pretende señalar que para salvar nuestras vidas y las de nuestras familias –ante la arremetida de la pandemia– es mejor abstenerse de votar en las elecciones nacionales del 11 de abril. Es la misma campaña que nos indica que la única manera de salvar a la peruanidad es el confinamiento ciego que ha destruido tres décadas de crecimiento económico, un impresionante proceso de reducción de pobreza y una macroeconomía que estaba entre los primeros lugares del planeta.
Paradójicamente esta campaña que pretende incrementar el ausentismo en las elecciones nacionales proviene de los mismos sectores que defienden a la pasada administración Vizcarra y a la actual de Francisco Sagasti. Este tipo de campañas alientan la resignación, la parálisis y el miedo cerval para que los peruanos olvidemos que los únicos responsables de la actual tragedia nacional pertenecen a la burocracia colectivista que se ha adueñado de la conducción del Estado y que, no obstante tener los mayores recursos fiscales de América Latina, no equipó hospitales, no compró pruebas moleculares, no adquirió camas UCI y menos pudo comprar vacunas para inmunizar este año a la sociedad peruana.
Es incuestionable que la pandemia golpea a todos por igual, a los países desarrollados y a las naciones que pugnan por el desarrollo. Sin embargo, el Perú, una sociedad de ingreso medio y con ingentes posibilidades fiscales, es quizá uno de los pocos países del planeta en que la gente se muere sin posibilidades de conseguir un balón de oxígeno. No hay muerte más indigna, que deje cicatrices tan imborrables, como aquella en que la familia no consigue un balón de oxígeno para salvar al padre, a la hermana, al hijo o a la esposa. Y no lo consigue pese a vender la casa o el auto de mediano uso.
La negligencia de la burocracia colectivista, la mayoría de ella inmunizada por haberse convertido en una casta ideológica –al igual que la “boliburguesía bolivariana”–, llega a tal extremo que, en medio de la muerte diaria de más de 200 peruanos, se da tiempo para echarse una frivolidad ideológica para hablar de “pobres y ricos”, cuando la sociedad y los privados proponen una alianza público privada para importar vacunas, argumentando futilidades que no resisten el menor análisis. Hoy la persistencia del monopolio estatal en la importación de vacunas es un monumento a la frivolidad y la negligencia, que se levantará por décadas. Igualmente, la confirmación de que la sociedad peruana no se inmunizará en el 2021 es una ratificación del proceso de vacunación Sinopharm del Estado fallido.
En medio de esta tragedia nacional y la incuestionable responsabilidad de esta burocracia colectivista, ¿cómo así alguien se atreve a sostener que el mejor camino para salvar nuestras vidas y a nuestras familias quizá es abstenerse de votar en las elecciones nacionales?
De ninguna manera. ¡Imposible! Dejar de votar en estas elecciones es incrementar el ausentismo electoral, es extender el margen de maniobra de los sectores que pretenden gobernar sin ganar elecciones, es considerar siquiera la posibilidad de mantener a la administración del Partido Morado en el poder. Y algo así es condenar a nuestras familias a las tragedias que desata la inacción total de un Estado fallido frente a la pandemia.
Por todas estas consideraciones los candidatos republicanos deberían hacer un llamado nacional a la población a superar el pánico que causa la pandemia y la letalidad, y a ejercer el voto como el único camino para relevar constitucionalmente a una de las peores administraciones de nuestra historia republicana.
Los candidatos deberían repetir el mensaje de Churchill –en medio de la ofensiva nazi– que ofrecía “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas” como el único camino hacia la libertad, como el único camino para organizar una estrategia contra la pandemia y salvar a nuestras familias, es decir, el cambio de gobierno. Ejercer el voto para cambiar el gobierno y arriesgar la vida para salvar a las familias y a la patria, es un riesgo que vale para cualquier ciudadano de buena voluntad.
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