Sinergia en el elenco estable

Sobre la competencia entre los candidatos demócratas pro-mercado

Los líderes que conforman el llamado elenco estable (Keiko Fujimori, PPK y Alan García), de una u otra manera, podrían tener una clara “interdependencia electoral”. Es decir, el avance de uno estaría condicionado a que el de atrás no se desplome o se desgrane con estrépito. Aparece contradictorio sostener que la “derrota controlada” de un líder del elenco estable es la condición del crecimiento del vencedor, pero, al igual que en la física quántica, en política, muchas cosas violentan el pensamiento lineal.

Por ejemplo, el derrumbe de la candidatura de García, de ninguna manera, significaría que PPK garantice su ingreso a la segunda vuelta electoral porque, en ese momento, la idea conservadora de un elenco estable, la idea de que más vale conocido que malo por conocer, podría ceder a la desesperanza que crea el outsider, al aventurero. Si se abre ese portal oscuro, entonces, la trepada de la novedad posiblemente termine tragándose a un estancado PPK.

Y si la novedad trepa de esa manera podría arrasar con tanta fuerza que ingresaría a la segunda vuelta reeditando la densa neblina de la segunda ronda del 2011 y, de una u otra manera, el desenlace electoral perdería la predictibilidad –tal como sucedió en  los comicios pasados- que suele caracterizar a las sociedades  abiertas.

Quizá alguien podría sostener que semejante razonamiento, una supuesta sinergia entre los candidatos del elenco estable, no se podría aplicar para Keiko Fujimori, porque el antifujimorismo ha desarrollado el increíble trabajo de convertir el respaldo al movimiento naranja en una adhesión pétrea, casi comparable a ese apoyo que tuvo el aprismo en el siglo XX, y que ahora garantiza la presencia fujimorista en la segunda ronda. Sin esa sensación de exclusión, de marginación, que padeció el militante, a lo mejor hoy el movimiento naranja poseería fortalezas y debilidades diferentes.

En este contexto, una cosa sería para Keiko disputar una segunda vuelta con un representante del elenco estable y otra bien diferente con alguien que representa la novedad. Es decir, un postulante que ha crecido sobre la negación de los líderes que ahora encabezan las encuestas y, por lo tanto, representa el antivoto que sectores minoritarios se empeñan en resucitar. Esa segunda vuelta para el fujimorismo sería más adversa, porque el candidato anti trataría de resucitar todas las armas del antifujimorismo que triunfaron en el 2011, no obstante el desastre nacionalista y el distanciamiento de Mario Vargas Llosa de la realidad nacional.

Como se aprecia hay una sinergia obligatoria que deberían guardar los líderes del llamado elenco estable, no solo para desarrollar una estrategia electoral ganadora sino, sobre todo, porque el Perú pos nacionalismo se asemeja a una sociedad paralizada, desorganizada y, por angas o por mangas, se necesita algún nivel de acuerdo, de pacto, que viabilice la gobernabilidad.

La confrontación entre los líderes del elenco estable, por lo tanto, debería desplegarse con razón, con ventaja y sin sobrepasarse, al menos, hasta la segunda vuelta. Algo de eso empieza a emerger con ciertas decisiones coordinadas de la oposición en el Legislativo. Algo de eso también se empieza a notar cuando los esfuerzos por demoler a uno de los candidatos del elenco estable solo vienen de las minorías de izquierda y de los salones de Palacio.

Por: Víctor Andrés Ponce