LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Sin Occidente no existirían derechos de la mujer
El papel del capitalismo y el cristianismo en los derechos femeninos
Desde la caída del Muro de Berlín la reforma cultural dentro de las corrientes comunistas y marxistas se hizo evidente. Una reforma que venía desde muchos años atrás, es decir, desde los primeros trabajos de la llamada Escuela de Frankfurt, que se atrevió a criticar el totalitarismo nazi y también el totalitarismo estalinista.
Sin embargo, estas reformas culturales neocomunistas no apuntaban a reformar o profundizar los mejores aportes de la cultura occidental a favor de las libertades políticas y económicas. Muy por el contrario, el objetivo era erosionar los fundamentos de Occidente, hasta derribar a la única sociedad que ha organizado la libertad.
Algo de eso está sucediendo en el planeta. Y una de las grandes banderas de esta multitud de corrientes neomarxistas y progresistas es haber identificado a Occidente con el patriarcado, el capitalismo y la dominación occidental del hombre blanco. Los tres conceptos a veces se funden y se vuelven sinónimos, según el lente con el que se observe.
Ahora que se acaba de celebrar el Día la Mujer, valdría preguntarse de dónde provienen los derechos y los avances que la mujer ha logrado en la humanidad. Por ejemplo, ¿cuál es el papel del capitalismo en la promoción de los derechos de la mujer? A nuestro entender, sin la división del trabajo y las sucesivas revoluciones industriales sería imposible que los derechos de la mujer hayan prosperado como lo han hecho.
Entre los muchos efectos civilizatorios del capitalismo –sobre todo en cuanto a la superación de la igualdad en la pobreza y la muerte prematura- están la eliminación de la relación entre trabajo y fuerza, que caracterizó a las sociedades precapitalistas. En las sociedades primarias la agricultura y la guerra demandaban la fuerza física. Muy pocas poblaciones superaron estas trampas, y la mujer generalmente se quedó en el hogar. El capitalismo entonces liberó el trabajo de la fuerza y puso la mecánica simple y la inventiva en la producción. Y así surgió la mujer que trabaja fuera del hogar.
¿Qué pretendemos señalar? Que sin el capitalismo nunca habrían existido los movimientos de las sufragistas, que conquistaron el voto de la mujer en el siglo pasado en Occidente. Imposible. En el Perú solo basta echar una mirada a Gamarra y los mercados populares para entender que en las últimas tres décadas de capitalismo se ha producido el mayor proceso de igualación económica y social de nuestra historia. La mayoría de los negocios son controlados por las mujeres, por su especial inclinación al detalle y las precisiones.
Sin capitalismo entonces no hay derechos de la mujer. ¿O sí? Los movimientos feministas –diferentes versiones de destacamentos marxistas luchando por plataformas de poder– nos han vendido la idea de que el patriarcado y las diversas formas de exclusión son inherentes al capitalismo. Es hora de responder con cifras e investigaciones.
De otro lado, los destacamentos marxistas feministas, igualmente, han deconstruido la historia de la religiosidad de Occidente demonizando al cristianismo, no obstante que fue el mayor movimiento igualador de la antigüedad. Sobre todo porque superó el derecho romano, que convertía al pater familias en un dios de su esposa y de sus hijos. Hasta podía decidir sobre la vida o muerte de ellos.
Si queremos preservar las libertades es hora de salir a debatir y a desmontar las estratagemas comunistas. Feliz Día de la Mujer, entonces.
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