LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Se repliega el anti?
Reflexiones sobre el antiaprismo y el antifujimorismo en perspectiva hacia el 2016
El anuncio de Alan García acerca de que solo tentaría un tercer mandato si es que un frente nacional lanzara su candidatura comienza a desatar un sano debate en el escenario nacional. Un debate que nos indica que terminan los tiempos de sospechas de reelecciones conyugales, que se cancelan los intentos de inhabilitar a los rivales y que también nos señala que la administración humalista comienza a organizar su retirada dejando la desaceleración económica como herencia. Pero quizá la mayor novedad sea que se repliegan los anti.
Apenas se lanzó la propuesta del frente nacional algunos interpretaron (incluido este columnista) que se estaba proponiendo organizar el espacio no fujimorista como alternativa a la fuerza electoral que representa Keiko Fujimori. Sobre la marcha, Hugo Otero, uno de los estrategas de las victorias alanistas en 1985 y el 2006, precisó que el asunto no iba por allí, que se trataba de una convergencia para evitar la fractura, la fragmentación del país. Más allá de que Lourdes Flores y Diego García Sayán hayan analizado la propuesta del frente echándole algunos condimentos del antifujimorismo, el aprismo quiso subrayar que nada más lejano a sus propuestas de convergencia que el anti. ¿Se retira entonces el antifujimorismo?
Unas semanas antes, el escritor Mario Vargas Llosa aseveró que él iba a hacer campaña contra Keiko Fujimori porque la genética la condenaba a ser contraria a la modernidad y la democracia. A nuestro más grande escritor vivo le llovió de todo por un argumento difícil de entender y casi nadie lo secundó. ¿Otro signo que se retira el anti?
Enrique Cornejo logró cerca del 20% de los votos en Lima para el Apra, porque demostró que era un buen candidato con perfil tecnocrático. En una las plazas más adversas la estrella cosechó. Claro que Cornejo aplicó codazos a García y se podría entender que el tradicional antiaprismo se metamorfoseó en antialanismo, pero, al margen de especulaciones, el partido de Alfonso Ugarte despuntó. ¿El antiaprismo está en repliegue?
Vale recordar que no estamos en el siglo pasado, cuando el antiaprismo envenenó la política peruana y también cuando se fraguó el antifujimorismo que, de una u otra manera, bloqueó la emergencia de un nuevo sistema de partidos con el regreso de la democracia. Sin temor a equivocarse, se puede sostener que ha pasado demasiado tiempo desde esas heridas nacionales. Cualquier organismo, para continuar, tiene que regenerarse celularmente; toda mente, para prosperar, tiene que olvidar el ayer.
El nacionalismo, por ejemplo, se bate en una triste retirada. No solo desaceleró la economía y apagó el milagro peruano con sus guiños al estatismo, sino que embruteció el espacio público tratando de revivir todos los anti habidos y por haber. Algo ha cambiado en el país con tres elecciones ininterrumpidas y un cuarto de siglo de economía de mercado. Y quizá esos cambios comiencen a expresarse en las campañas hacia el 2016.
¿Cómo sería una campaña sin los pánicos e histerias que desatan los anti? Tendríamos que poner por delante las promesas del Perú del Bicentenario, por ejemplo. Tendríamos que escuchar las mejores ofertas para convocar a la inversión privada y quebrarle el espinazo a la pobreza. Tendríamos que imaginarnos al Perú del mañana porque, sencillamente, nadie estaría tratando de sangrar heridas cerradas. Si las cosas fuesen así, ya sabemos que ganaría el mejor, y nunca elegiríamos a Toledo ni a Humala.
Por Víctor Andrés Ponce
(17 - oct - 2016)
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