LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Se derrumba el mito cubano
Las consecuencias de las movilizaciones en la isla
Más allá del éxito o fracaso de las masivas movilizaciones en más de 20 ciudades en Cuba, que exigen libertad y fin de la dictadura, es evidente que el régimen del Partido Comunista de Cuba no será el mismo luego de esta especie de primavera isleña. Y nunca volverá a ser el mismo porque una de las columnas que sostiene a cualquier totalitarismo es el terror. El terror se disuelve cuando las masas lo desafían y las fortalezas de los abusadores se evaporan.
Al cierre de esta edición, los medios internacionales no establecían el número de detenidos ni tampoco de desaparecidos, mientras las oleadas de protestas parecían amainar por la brutal represión. Sin embargo, no solo la dictadura comunista había sido afectada por las movilizaciones de los isleños, sino también la geopolítica que atraviesa a América Latina e, incluso, a los propios Estados Unidos.
El comunismo latinoamericano pierde porque el mito revolucionario de Fidel Castro y los barbados, que sobrevivió a la caída del Muro de Berlín y el colapso de la ex Unión Soviética, no va más. El comunismo cubano ya no representa a las plazas llenas de gente que vivaba a Fidel, al Che y a los barbados, sino que ahora solo queda la imagen del presidente Miguel Díaz- Canel llamando a los comunistas a aplastar las masivas movilizaciones. También quedan las decenas de operaciones de las milicias para detener o desaparecer a los líderes espontáneos que surgían en cada localidad. En Cuba, las oenegés de Derechos Humanos de la izquierda, entonces, deberían tener una gigantesca labor.
Cuba y Corea del Norte eran los últimos reductos de la ortodoxia comunista que se resiste a la convivencia de dictadura con capitalismo, tal como sucede en China y en Vietnam, por ejemplo. Semejante resistencia continuó empobreciendo a la población, y la pandemia simplemente reventó todas las costuras que mantenían al sistema.
Las masivas movilizaciones tienen que ver con el colapso del sistema, pero también con el fin de la narrativa acerca del bloqueo de los Estados Unidos, que explicaba que todas las plagas y los infiernos se abatieran sobre la isla. La muerte de Fidel Castro y el relevo del poder de su hermano Raúl revela que la nueva dirigencia no tiene autoridad para alimentar los mitos y las narrativas de antes, ante el desastre económico y social de la isla. De allí que todo indique que continuarán las protestas y que las fisuras dentro del Partido Comunista de Cuba aflorarán. Y, como todos sabemos, casi todos los totalitarismos (muy diferentes al autoritarismo) suelen implosionar por crisis internas.
La crisis de la isla también ha desnudado la manera como el progresismo ha comenzado a deconstruir el imperio que se levanta a kilómetros de las costas cubanas. La administración Biden parece dormir una larga siesta, mientras China, Rusia e Irán se movilizan diplomáticamente a favor del comunismo cubano.
Lo más probable es que la dictadura sobreviva, pero solo para buscar el espacio adecuado para el repliegue. Como los mejores comunistas del continente, los cubanos saben que desafiado el terror del régimen y con la mayoría en contra, pocos sobreviven.
Sin embargo, el mito se ha derrumbado. Los comunistas cubanos han perseguido y se han manchado las manos con la sangre de su pueblo en tiempo real, frente a las redes sociales del planeta. Todo el mundo lo ha visto en vivo y en directo. Los amigos y los enemigos. Ahora se parecen en todo a los fascistas a los que suelen demonizar. Es evidente que siempre compartieron la misma naturaleza totalitaria.
Cuando un mito, una imagen, que ha sustentado un relato, se acaba, generalmente la época cambia. Tiempos difíciles para el Foro de Sao Paulo.
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