LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Regresa la polarización?
La insistencia en hacer declarar al presidente y la reacción desaforada del ejecutivo
La comisión del Congreso, que preside Juan José Díaz Dios, decidió citar al presidente Ollanta Humala para declarar sobre el resguardo policial a la casa de López Meneses y se desencadenó el vendaval. Sobre la marcha, la premier Ana Jara respondió con artillería pesada, el operador López Meneses teatralizó su presencia el Congreso negándose a hablar, la comisión congresal decidió citar a Jara y a otros dos ministros, y Pedro Cateriano, ministro de Defensa, tomado por el flujo biliar, disparó a tontas y locas contra el aprismo y el fujimorismo. Dos semanas después de las elecciones subnacionales la polarización parece regresar.
La feroz campaña mediática contra Luis Castañeda en Lima, la impresión de un oficialismo distante de los comicios pasados, y la inutilidad de persistir en la inhabilitación de Alan García ante los pronunciamientos judiciales, causaron la alentadora sensación de que la polarización terminaba en el país. Sin embargo, la iniciativa opositora de convocar a Humala a declarar sobre el caso López Meneses cambió el panorama. Los leones saltaron y hasta Kenyi Fujimori salió a pechar el desaforado ministro de Defensa que parecía competir con los mejores peleadores callejeros.
En todo caso, una preocupante notificación de cómo se podrían desarrollar las relaciones de la oposición con el gobierno de aquí hacia el 2016. Si las cosas avanzan en ese sentido, quizá el fujimorismo estaría ensayando acentuar el perfil opositor hasta lograr disputar la segunda ronda de los siguientes comicios.
Algunos dirán que si uno siembra vientos, tarde o temprano, cosechará tempestades, pero es justo señalar que esa es la política que ha desacelerado la economía, embrutecido el espacio público y desacreditado las instituciones. En algún momento esta especie de guerra encubierta de religiones que nos persigue desde la Colonia y se traslada al quehacer público tiene que terminarse. El nacionalismo y sus estilos nos han llevado a los sótanos de la política, bien hasta el fondo.
La democracia se convirtió en un campo de batalla no obstante que ella se ideó, se creó, para que los rivales cooperen y pacten. Quizá esa estrategia de envilecer la política mediante la judicialización del rival era parte de un proyecto autoritario. La realidad nos dice que eso no va más. Entonces, ¿por qué los demócratas tendrían que devolverle a Palacio, como se dice, el vuelto?
Nadie puede pedirle a la oposición que se haga de la vista gorda ante una hipotética participación palaciega en el affaire López Meneses, pero existen formas y momentos. No puede existir una transición adecuada hacia el cuarto gobierno constitucional sin interrupciones con una administración acorralada, que no sabe cómo enmendar la desaceleración económica en la que ha sumergido al país.
Algo más. El fujimorismo debería entender que una de las claves de una estrategia electoral victoriosa hacia el 2016 pasa por adelgazar el antifujimorismo que explica las elecciones de Toledo y Humala. Una manera de sumar puntos en ese objetivo es demostrando una extremada pulcritud en los usos y costumbres de la democracia.
Y uno de los hábitos de las oposiciones en democracias saludables es dejar respirar a un gobierno que se ahoga –al margen de que se lo merezca o no- porque no se trata del futuro de la administración saliente, sino de la transición al siguiente régimen. Y el relevo constitucional es el fondo y la forma de la libertad.
Por Víctor Andrés Ponce
(20 - oct - 2014)
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