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Reflexiones sobre Verónika
El papel del antivoto en la campaña
Por Víctor Andrés Ponce
En las redes sociales está circulando un video sobre los 50 años de Vanguardia Revolucionaria en el que se observa a Verónika Mendoza, candidata del Frente Amplio, participando de las mencionadas celebraciones. Más allá de que los rivales de Mendoza usen este video para desarrollar contracampañas, es evidente que semejante material nos permite especular sobre las reales concepciones ideológicas de la candidata del Frente Amplio. Cualquiera que analice a los personajes y los discursos que se difunden en el evento tendría que llegar a la conclusión de que Mendoza es marxista o, al menos, tiene claras simpatías ideológicas con ese sector político.
En ese sentido, más allá de cualquier intento de dorar las píldoras, la trayectoria conocida de Mendoza es absolutamente coherente. La candidata del Frente Amplio se retiró del nacionalismo y se alejó de los círculos cercanos a Nadine Heredia cuando en Palacio se abandonó el programa de La Gran Transformación, aquel plan de gobierno que proponía el regreso del Estado empresario y el proteccionismo para una supuesta “industrialización del país” y, en general, la preeminencia del Estado sobre el sector privado. Es decir, Mendoza se alejó del nacionalismo por sus claras convicciones ideológicas.
Sin embargo la situación expectante que ha logrado en el desarrollo de la campaña tiene ver con una explícita desideologización de sus discursos, con el alejamiento de personajes visibles de la izquierda —como el propio Marco Arana— y, en general, con el intento de ocultar las vigas maestras de su propuesta. La campaña de Mendoza apunta a representar el rostro nuevo y amable de la política, a golpear al establishment y a propinar latigazos a la corrupción.
Ahora bien, ¿qué puede haber sucedido en el país para que Mendoza aparezca con posibilidades? ¿Acaso el fracaso del régimen nacionalista no era el fracaso de las izquierdas? ¿En qué momento la zurda se desmarcó de los desastres palaciegos?
En realidad la situación expectante de Mendoza no tiene que ver con derechas e izquierdas. Si hubiese una corriente fascista o nazi en el Perú, y con un rostro amable y renovado en la campaña, quizá también estaría en una situación expectante. Los avances de Mendoza tienen que ver con la sistemática campaña del antivoto que se desplegado en el Perú en los últimos cinco años; sobre todo, por iniciativa palaciega.
Semejante antivoto si bien no ha construido una mayoría, sí ha bloqueado el surgimiento de una política “normal” que represente de mejor manera los avances económicos y sociales del Perú de las últimas décadas. En este contexto, la idea de lo nuevo, de la renovación al margen de programas, se impone en un sector del electorado, sobre todo en la juventud clasemediera, los hoy llamados “pulpines”. De alguna manera César Acuña, Julio Guzmán, Alfredo Barnechea y Verónica Mendoza son fenómenos de esa realidad cambiante.
No entender las cosas de esa manera puede llevar a cometer yerros capitales. Por ejemplo, en el Frente Amplio de Mendoza se podría interpretar que los avances de la candidatura se explican porque los electores que los apoyan están en contra del “modelo neoliberal y fujimorista” y que la voluntad de cambio es “mayoritaria” en el país. En ese momento, esa especie de clic de la candidatura de Mendoza con algunos sectores terminaría. Muy por el contrario, si la candidata del Frente Amplio pretende avanzar, tarde o temprano va a necesitar su propia Hoja de Ruta.
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