LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Racionalidad electoral
Sobre la reacción de las mayorías ante el plagio
El plagio de la tesis doctoral de César Acuña ha generado un extraño consenso en la mayoría de líderes de opinión, periodistas e intelectuales (excepto los de izquierda), que se mueven, por llamarlo de alguna manera, en los circuitos del Perú oficial. La condena es unánime y revela que, al margen de discrepancias y alineamientos ideológicos, existe una reserva política y moral en la sociedad.
Las dudas sobre las censuras al plagio, sin embargo, se han trasladado al universo de las mayorías electorales. La izquierda intelectual ha señalado que podría existir una supuesta permisividad del mundo emergente con el delito intelectual del candidato de Alianza por el Progreso (APP). Si bien es cierto que en la zurda existe una especie de desconcierto y desesperación ante el hecho de que en el mundo emergente no hay pobres, ni sindicatos, ni clases revolucionarias, sino millones de empresarios que actúan en los mercados informales, es evidente que el mundo de abajo no puede ser sacralizado.
No obstante, al margen de cualquier interrogante, el Perú avanza hacia el cuarto proceso electoral sin interrupciones y ha logrado reducir la pobreza a solo un quinto de la población. Sin lugar a equivocaciones, los mayores logros institucionales, económicos y sociales desde la Independencia.
Semejantes avances se han producido en una democracia sin partidos. Es decir, en plena libertad, pero con el fracaso de los partidos y el descrédito de las instituciones y el espacio público. Si las cosas son así, la interrogante es, ¿cómo explicar que nuestra sociedad haya conquistado tales logros?
Es evidente que los activos de la democracia no se podrían explicar al margen del surgimiento de una racionalidad de las mayorías del país. Quizá el sentido crítico del elector se explique porque el Perú, de una u otra forma, fue el laboratorio de los grandes yerros de América Latina.
Por ejemplo, el modelo velasquista (junto al régimen de Perón) es el antecedente inmediato de las tragedias económicas actuales de Venezuela y la Argentina kirchenerista. Frente a la hiperinflación y el abrumador aumento de la pobreza, herencias del velascato, los peruanos empezaron a valorar la economía de mercado y el papel del sector privado.
El Fujimorato de los noventa fundó el software político y social con el que de una década después los proyectos bolivarianos secuestrarían las democracias en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Luego de la caída del régimen de Alberto Fujimori los peruanos empezarían a apreciar la importancia de la democracia, el balance de poderes y la libertad de prensa.
No obstante la ausencia de partidos, de algún modo, la mayoría de peruanos empezó a desarrollar una racionalidad que explica la continuidad democrática y la persistencia de la economía de mercado. Cuando Humala en el poder le hizo guiños a la Gran Transformación, inmediatamente, la mayoría le retiró el respaldo del que gozó en los dos primeros años de administración.
De allí que las aproximaciones pesimistas con respecto al mundo emergente antes que expresar investigaciones y conclusiones sociológicas y académicas revelan prejuicios ideológicos que nacen de la imposibilidad de aceptar la derrota intelectual: el mundo emergente no es pobre, no hay obreros ni sindicatos, sino que éste representa la base del capitalismo peruano. En próximos artículos demostraremos que la ética de los negocios populares es puritana. En todo caso, prudencia y a esperar el veredicto de las mayorías sobre el plagio.
Por Víctor Andrés Ponce
COMENTARIOS