LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Qué pasa con Alan y Keiko?
Se necesita una oposición más proactiva en defensa de la gobernabilidad
Ya es un lugar común sostener que la crisis política y la desaceleración económica tienen sus orígenes en Palacio, un lugar común que se aproxima a la verdad. El gobierno humalista, a estas alturas, ya ha superado en mediocridad e insulsez al régimen toledista y es tarea de los futuros Basadre investigar cuál es el gobierno más anodino de nuestra historia. Creemos que la administración de Humala estará en los primeros lugares.
Desde que el humalismo abandonó el proyecto de reelección conyugal arrinconado por una sólida mayoría política, social y mediática, en Palacio hay una resignación a los acontecimientos y la política solo se reduce a dejar en claro quién manda en el gabinete, en la bancada, y en todas las esferas del oficialismo. Del asunto de gobernar no se oye padre. Sin embargo, en la actual confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo no solo asistimos a las impericias del oficialismo, sino que la oposición sembró un bosque de dudas, sobre todo, el fujimorismo y el aprismo, las dos fuerzas que, en estos tres años, se han convertido en celosos guardianes de la pluralidad y la alternancia democrática. Sin ellos los guiños autoritarios de Palacio quizá habrían prosperado.
En ambas fuerzas no hubo la capacidad de crear un escenario alternativo al que se desencadena tras el choque entre el Ejecutivo y el Legislativo. Keiko Fujimori y Alan García ni siquiera se han pronunciado sobre el tema dejando el asunto a las bancadas que, con las cámaras y los reflectores encendidos, compiten en plataformas y radicalismos con la izquierda.
Al margen de la justa defensa contra la obsesión oficialista por inhabilitarlo, García desarrolló su perfil opositor criticando la reducción del crecimiento, del ritmo de reducción de pobreza, y denunciando la paralización de las inversiones. Sin embargo, ¿cómo se entiende que la bancada aprista haya competido con la izquierda solicitando la salida de los ministros Castilla y Mayorga? En el gobierno que archivó la Gran Transformación, ¿qué puede haber luego una salida intempestiva de Castilla, más allá de un enorme signo de interrogación? En Energía y Minas, Mayorga estaba desarmando todas las sobre regulaciones contra la inversión propuestas por Oxfam y destrabó US$ 17,000 millones; no obstante, hoy está con la soga al cuello. Nadie lo entiende. Si el fujimorismo se convirtió en baluarte contra la compra de La Pampilla y fortaleció la lucha contra el estatismo, ¿cómo se digieren los desvaríos populistas del congresista Héctor Becerril?
Así como los ciudadanos se preguntan por su gobierno, también cuestionan a su oposición. Los emplazamientos deben dirigirse a Keiko Fujimori, Alan García, PPK y Lourdes Flores, pero, sobre todo, a Keiko y García, dos líderes que aparecen con enormes posibilidades el 2016.
Jorge Nieto, columnista de El Montonero, en uno de sus artículos, reflexiona sobre la necesidad de elevar la calidad de los acuerdos políticos (al margen del voto por protección) como una manera de resolver la endémica mala política. Quizá uno de los caminos más eficaces para solucionar la virtual de crisis de gobernabilidad pasa porque los jefes de los grupos políticos empiecen a conversar. Ante una situación parecida en Chile, por ejemplo, los ex mandatarios Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Sebastián Piñera ya se habrían pronunciado y habrían convocado a más de una cumbre democrática.
Si bien es cierto que, ante una colisión de poderes como la que observamos, a quien le corresponde levantar el teléfono por primera vez es al primer mandatario elegido por los peruanos, es decir, al presidente, ya sabemos de los colores grises y parduzcos que tiñen a la administración humalista. Si el primer líder del país no puede, entonces, los demás líderes deberían poder. Así pasa en democracia. Víctor Raúl Haya de la Torre nos ha dejado ejemplos memorables sobre cómo, desde la oposición, se influye en la gobernabilidad. Por todas esas consideraciones, ¿qué pasa con Alan y con Keiko?
Por Víctor Andrés Ponce
COMENTARIOS