LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Plagio e informalidad
Sobre los efectos en la candidatura de Acuña
El descubrimiento del plagio en “la tesis doctoral” de César Acuña ha desatado un interesante debate sobre las repercusiones sociales y políticas del hecho. El debate se prolongará por las siguientes semanas porque las encuestas de este fin de semana no medirán el incidente. El profesor Sinesio López señala que el plagio no afectará al candidato por la “permisividad” de las mayorías nacionales.
En otras palabras, Acuña es la copia fiel del mundo emergente. López se ha aventurado a una tesis sociológica revelando, de alguna manera, la visión de la izquierda sobre la sociedad peruana. Desde que el mundo popular no es el espacio de “las clases obreras” y de los “sindicatos de clase”, sino de millones de emprendedores y mercados populares, para la izquierda el mundo emergente es la suma de “las permisividades”, el nudo de todas las trasgresiones, y las cercanías con las economías ilegales.
Cualquier sociólogo sin anteojeras ideológicas en una sociedad de trasgresiones se preguntaría, ¿quién es el principal trasgresor? La respuesta es sencilla: el estado y el contrato social imperante. En el Perú el primer informal es el estado y quienes patentaron la permisividad son las élites oficiales. Anel Townsend y el pastor Lay, convertidos en defensores de la tesis de Acuña, ¿tienen algo que ver con el mundo popular “permisivo”?
Es hora de propiciar un gran debate sobre el tema. Los emergentes desarrollan trasgresiones cuando se acercan al estado: buscan la manera de sortear los trámites y las cargas abusivas de la Sunat porque tienen que salvar su capital. Pero cuando los informales desarrollan negocios practican una ética puritana. Un ejemplo: en Gamarra el empresario que no paga la renta de un local o le tira perro muerto a un socio es desterrado del cluster con una sanción devastadora: nadie vuelve hacer negocios con él. Al infractor solo le queda desaparecer. Algo parecido sucede en todos los mercados populares donde, inclusive, todavía existen los contratos verbales.
El historiador Alberto Flores Galindo solía llamar la atención por el pesimismo de las élites criollas luego de la rebelión tupacamarista. Es el mismo pesimismo que exudan los intelectuales de la izquierda. No pueden entender como el Perú criollo se ha mezclado con el Perú andino sin que medie ninguna de sus predicciones teóricas: el mercado ha sido el gran integrador de la historia nacional. No aceptan esa aproximación evidente o quizá no lo quieren aceptar porque sería reconocer la bancarrota intelectual.
El mundo emergente hasta hoy ha demostrado la misma racionalidad que las mayorías críticas de cualquier democracia longeva. No obstante, al fracaso de los partidos, de las instituciones, del colapso general del estado y de la ley, el Perú avanza hacia su cuarta elección nacional arrinconado la pobreza a solo un quinto de la población.
La racionalidad de las mayorías peruanas parece, incluso, más sofisticada que el de las mayorías venezolanas, argentinas, ecuatorianas y bolivianas, que permitieron que autócratas doblegaran a sus respectivas democracias. El gran problema del Perú: la revolución económica y social que ha volteado el mundo de los antiguos ricos y pobres permitiendo la emergencia de una “burguesía chola”, todavía no se expresa en la cultura, la ideología y la política. En todo caso, mejor es esperar. El plagio no pasará como no pasó la Gran Transformación.
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