Perú sin acuerdos para elecciones y pandemia

Si bien la administración Sagasti ha dejado en claro que las elecciones nacionales no se postergarán bajo ninguna razón y que el sector Salud elaborará protocolos para los comicios, un sector político ha comenzado a agitar el fantasma de la posposición, argumentando el avance de la pandemia. Sin embargo, el gran problema es que la Constitución Política no contempla ninguna circunstancia que interrumpa la transmisión de mando este 28 de julio. Cualquier postergación atentará contra ese objetivo. Y un Ejecutivo y un Congreso interinos formados expresamente para garantizar las elecciones de abril, ¿cómo podrían hacer para permanecer en el poder más allá del mandato establecido?

De otro lado, el sistema de gobierno hoy, transitoriamente, se ha constituido en una especie de régimen parlamentario. El Ejecutivo y la mesa directiva del Congreso representan a la misma directiva legislativa. Pero sucede que esta mesa directiva, por esas cosas que suelen suceder en el Perú, es una expresión de las minorías de las minorías. ¿Y dónde están las bancadas mayoritarias, por decirlo de alguna manera? Pues están en plena campaña electoral y con posiciones expectantes entre los electores, al margen de los discursos oficiales. 

En este contexto, vale preguntarse lo siguiente: si el Ejecutivo escuchara los criterios de algunos sectores que proponen la postergación, ¿qué podría suceder en el Congreso? ¿Volvería a generarse un clima de inestabilidad alrededor de la fecha de elecciones, que también afectaría la lucha contra la pandemia? Desde el punto de vista del análisis, todos caminan por una cuerda de equilibrista, sobre todo la administración Sagasti que decidió asumir el costo de los yerros frente a la pandemia del gobierno pasado, al mantener la misma política y a Pilar Mazetti en el sector Salud.

Ahora bien, el argumento de la postergación –no obstante el incremento de muertes, hospitalizados y la falta de unidades UCI–, ante una sociedad que sigue trabajando todos los días y frente a elecciones que se han realizado en América Latina y Estados Unidos, parece poco convincente. Comienza a sonar como una estratagema para permanecer en el poder, relativizando la Constitución y el sistema republicano.

Ahora bien, todo lo señalado es extremadamente lamentable. El presidente Francisco Sagasti no fue capaz de convocar a un gran entendimiento nacional para crear estabilidad y predictibilidad, y para garantizar las elecciones, contener la pandemia y relanzar la reactivación. De alguna manera continuó con el libreto previo, y de alguna manera también seguimos en la misma guerra política. Devastador. Triste. Mientras tanto, en Ecuador y Chile, países hermanos y vecinos, nadie se atreve a proponer una postergación electoral.