Perú: la mayor tragedia por el Covid-19 en el mundo

La administración Sagasti acaba de sincerar el número de muertes por el Covid-19. Las entidades del Estado informaron que el número de decesos por la pandemia sobrepasa los 180,000. Con este número, el Perú tiene la tasa de mortalidad per cápita por el Covid-19 más alta del planeta. Los muertos que ahora reconoce el Estado representan alrededor de 500 fallecidos por cada 100,000 habitantes. ¿Cómo pudimos llegar a esta barbarie, a esta masacre de tantos peruanos inocentes?

La única respuesta posible: la guerra política sin cuartel que se desató en el sistema republicano. Dos décadas alimentando el antivoto, no solo nos han llevado a una segunda vuelta en que el maoísmo podría ganar una elección, sino también explican que las mayorías nacionales adularan a una de las peores administraciones de la historia republicana: la administración Vizcarra, directa responsable de tantas muertes por el Covid.

Martín Vizcarra se convirtió en un héroe del antifujimorismo y su gobierno solo se basó en una estrategia de información y desinformación. Todos los asuntos de la gobernabilidad fueron postergados, abandonados y a la mayoría no le importó mucho porque el hombre era un héroe del antivoto. Cerró el Congreso y arrinconó a todos los opositores. Cuando se sabía que la pandemia se avecinaba, Vizcarra y sus ministros siguieron informando y desinformando.

Luego vino la pandemia. El Perú era una promesa emergente para enfrentar el mal debido, sobre todo, a sus enormes posibilidades en recursos fiscales. Sin embargo, no se compraron pruebas moleculares, no se equiparon los hospitales, no se adquirieron camas UCI y el ministro de Salud, Víctor Zamora, se dedicó a justificar la barbarie de las pruebas rápidas. Vino la pandemia, con los muertos, y el gobierno de Vizcarra encerró a la gente, paró la economía y quebró a las familias. Los países del mundo cerraban contratos para comprar vacunas contra el Covid-19, pero el jefe de Estado seguía informando y desinformando, y la gente lo toleraba porque era el héroe que arrinconaba a la oposición.

Hoy, los 180,000 muertos nos abisman y estremecen, y nos recuerdan que la antipolítica convirtió a uno de los peores gobiernos de la historia republicana en uno viable y aceptable. También nos evoca que, sin la audacia y la temeridad de los 105 valientes del Congreso que lo vacaron, a lo mejor, el ex jefe de Estado habría postergado las elecciones con el argumento de la pandemia y, seguramente, hoy ensayaría un proyecto autoritario de varios años. Finalmente, el ex presidente Vizcarra controlaba todas las instituciones, los medios y las fuerzas armadas y policiales. Casi el mismo poder de Nicolás Maduro en Venezuela.

Este momento doloroso de la República nunca debe olvidarse. Siempre nos servirá para entender que la guerra política y la construcción del anti y la exclusión política solo destruyen la libertad. Nos servirá también para entender que, debido a esa misma guerra política, el maoísmo está en segunda vuelta tentando una victoria electoral.

Y, por supuesto, nos servirá para entender que la única manera de salvar las libertades políticas en el Perú es votando este 6 de junio por Keiko Fujimori, el mal menor, la candidatura encargada de defender las libertades y el sistema republicano.