LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Máxima Chaupe y el radicalismo goebbeliano
Se desvela una estrategia nacional e internacional
El muñeco nacional e internacional que han creado la izquierda radical antiminera, Grufides, con el supuesto caso de Máxima Acuña Chaupe, revela una estrategia sofisticada y absolutamente prolija que, en base a propagandas, medias verdades y mentiras logra embaucar a instituciones internacionales, a la prensa extranjera y nacional e, incluso, a las propias autoridades peruanas.
Sucede que Máxima no es ninguna despojada de un predio que, según Registros Públicos y diversos contratos, fue transferido en 1997 a la empresa Yanacocha, concesionaria de Conga. Sucede que ella tampoco es una humilde comunera, sino la propietaria de cerca de nueve predios que suman varias hectáreas, según la investigación del periodista Ricardo Uceda. No hay dudas entonces de que estamos ante una farsa.
¿Por qué es importante denunciar la arquitectura de la mentira del radicalismo antiminero en este caso? De alguna manera, en la estrategia de construir a “la heroína Máxima” se utilizaron todas las herramientas de la propaganda que se emplearon para bloquear los proyectos Conga y Tía María. Por ejemplo, en Conga se habló de que el proyecto minero amenazaba la cabecera de cuenca y los recursos hídricos. Nadie respondió a la mentira y todos olvidamos que en las cabeceras de cuenca se pueden multiplicar la recolección de agua construyendo reservorios, porque la lluvia es la fuente del recurso hídrico. En Tía María se propalaron videos de la explosión de la bomba de Hiroshima para crear pánico frente a las micro explosiones (de menos de cinco centímetros de altura) que se deben hacer para crear el tajo donde se extraerá el mineral. Tirar una piedra sobre la arena levanta más polvo que esas micro explosiones, pero el terror se desató: el polvo iba a destruir a la agricultura.
Y el caso de Máxima se debe convertir en el ejercicio que desnude este tipo de propaganda, que nos recuerda a Joseph Goebbels y su conocido “miente, miente, que algo queda”, porque esta vez a los radicales se les pasó la mano. Se atrevieron a llevar la farsa a Estados Unidos y conseguir el Premio Ambiental Goldman. Y por si no lo saben, en Estados Unidos la mentira se sanciona con severidad, a menos que se demuestre buena fe. Quienes pretenden defender la verdad tienen que presentar batalla en el propio Washington para que el supuesto premio se convierta en un bumerang contra la farsa del radicalismo.
Quizá estemos contemplando los últimos estertores de una estrategia del radicalismo que, de una u otra forma, hasta ahora le ha servido para bloquear grandes inversiones en recursos naturales durante los gobiernos de Toledo, García y Humala; mientras que engordaban los aportes de los donantes internacionales. Y decimos estertores porque el Frente Amplio, una expresión de ese radicalismo antiminero, ahora tiene veinte representantes en el Congreso y deberá responder por las acciones del movimiento radical en las regiones. Las discusiones, los emplazamientos y debates, convertirán a las mentiras y a la propaganda anticapitalista en asuntos de discusión nacional.
En todo caso, el radicalismo ha ingresado con todo al Estado y la luz de los reflectores nos permitirá ver claramente las verdades y las mentiras.
Víctor Andrés Ponce
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