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Mario Vargas Llosa y su tortuosa relación con el Perú

Al final se enemista con la élite que lo celebró durante décadas

Mario Vargas Llosa y su tortuosa relación con el Perú
Víctor Andrés Ponce
11 de julio del 2021


Es incuestionable que Mario Vargas Llosa decidió apoyar a Keiko Fujimori horas después de conocidos los resultados de la primera vuelta, sin hacer sumas o restas, solo dejándose llevar por esa combinación de instintos y principios que impulsa a los hombres a actuar de inmediato. Al asumir esa posición reescribía su relación con la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, que ha terminado entregando el Perú a una de las versiones marxistas más ortodoxas de la región y del planeta.

Vargas Llosa de alguna manera fue el demiurgo de esa cultura antifujimorista que fue corroyendo las instituciones hasta llevarnos al borde de este precipicio en el que estamos a punto de desplomarnos. Bajo ese universo antifujimorista se cobijaron liberales y comunistas, pero quienes saben de política y conocen las estrategias leninistas siempre entendieron que, al final de cualquier jornada, los comunistas terminarían “acumulando las fuerzas estratégicas para el poder”. 

El relato antifujimorista no solo erosionó el enorme apoyo popular que tenía el fujimorismo, también se llevó de encuentro los últimos restos de otro gran partido popular: el Apra. El relato antifujimorista entonces fagocitó dos partidos populares que, en los siglos XX y XXI, se convirtieron en las murallas de contención del comunismo. Esas resistencias no existen más y ahora el comunismo maoísta se disputa con el procubano la hegemonía del próximo gobierno.

Claro que ningún partido histórico se deja almorzar por relato alguno, a menos que sus errores posibiliten la agonía. Algo de eso pasó con el fujimorismo y el aprismo.

El sector caviar considera que puede controlar a Pedro Castillo, el profesor de Chota con una larga experiencia sindical. Quizá lo logren por una semanas o por meses, pero la ideología comunista tiene otra idea del tiempo: el mediano y largo plazo sobre la coyuntura. Para el caviar, por el contrario, el tiempo empieza y termina con el contrato o la sinecura del mes. Por todas estas consideraciones, los sectores caviares cometen el mismo error de los liberales: creer que una alianza anti puede viabilizar una política.

Tengo la impresión de que todas estas imágenes se arremolinaron en un instante en la enorme cabeza de Vargas Llosa. El Nobel no solo es un artista en el panteón de los inmortales, sino que debe ser uno de los peruanos más inteligentes. A veces los artistas ven en una imagen el futuro de una sociedad por venir y escriben novelas.

Por todas estas consideraciones, Vargas Llosa ha salvado su lugar ante la tragedia que se escenificará en el país. Los errores de ayer se difuminarán frente a la valentía de sus advertencias y, seguramente, si hubiese estado más joven habría venido al Perú a encabezar movilizaciones contra la amenaza comunista.

Una de las cosas más curiosas y jocosas a la vez son las reacciones de los ayayeros del Nobel de ayer. Hablan de que sus posiciones frente al proceso electoral lindan con la estupidez o que está destruyendo su carrera por pronunciarse a favor de la candidatura de Keiko.

Cuando un hombre ha hecho cosas buenas y malas, pero ha construido una grandeza literaria, generalmente es alguien que está por encima del bien y el mal. Los dardos mezquinos de sus sobones de ayer ni siquiera se aproximan ante la figura maciza del gigante.

Gracias, señor Nobel. Si gana la libertad en el Perú, usted tendrá mucho que ver.

Víctor Andrés Ponce
11 de julio del 2021

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