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Mario Vargas Llosa rompe con el establishment peruano

El Nobel denuncia las irregularidades en el proceso electoral

Mario Vargas Llosa rompe con el establishment peruano
Víctor Andrés Ponce
20 de junio del 2021


Mario Vargas Llosa acaba de publicar “No le quiten el cuerpo a la jeringa”, un valiente artículo en
El país, en el que parece romper palitos para siempre con el actual establishment peruano. El título del texto es una manera de parafrasear una sentencia de Lourdes Flores Nano, la lideresa socialcristiana, quien regresó a la política para denunciar las irregularidades e impropiedades de un proceso electoral que podría llevar al poder a diversas corrientes comunistas y colectivistas, signadas por la ortodoxia ideológica. En ese camino Flores Nano brilló, y todos recordamos con nostalgia sus enormes posibilidades frustradas en la política peruana.

Sin embargo, la valentía de Lourdes tiene un precedente: el coraje, la decisión, de Mario Vargas Llosa, quien apenas enterado de los resultados de la primera vuelta, al margen de cualquier operación matemática, apertrechado solo de sus principios, se pronunció a favor de la candidatura de Keiko Fujimori. La decisión del Nobel estremeció a amigos y enemigos, y el establishment peruano se dividió. A regañadientes, algunos de la élite secundaron la decisión del escritor, en tanto que la mayoría siguió alimentándose del antifujimorismo.

Luego de los resultados preliminares de la segunda ronda –y en medio del dramático cómputo de las actas impugnadas, observadas por la ONPE y con demandas de nulidad– la mayoría del establishment optó por apoyar los procedimientos electorales de la ONPE y el JNE, y comenzó a respaldar –con énfasis mayor o menor– todas las proclamaciones previas de Castillo, y a señalar que los reclamos de Fuerza Popular y de Keiko Fujimori solo eran las rabietas de una candidata que no sabía perder. Es en este contexto que Vargas Llosa escribió el artículo en El País denunciando la multitud de irregularidades y fraudes en actas del proceso electoral.

En el mencionado texto, Vargas Llosa formula una advertencia final: el eventual triunfo de Castillo encaminará al Perú hacia una Venezuela o desatará una confrontación sin precedentes, en la que la mitad de los peruanos lucharán por defender las libertades políticas y económicas. Esta advertencia casi agónica del Nobel no tiene nada que ver con la frivolidad con que los llamados sectores caviares comienzan a apoyar a Castillo, mientras exigen que el candidato del lápiz se distancie de Vladimir Cerrón, de Perú Libre y las demás corrientes comunistas.

En la advertencia de Vargas Llosa hay dramatismo y agonía. En la conducta del establishment la frivolidad del cálculo de la función estatal y la soberbia de creer posible que Castillo puede ser absorbido, domeñado y caviarizado por la élite. ¿Cómo han llegado a esa conclusión? En esa conducta, ¿acaso no hay desesperación?

La pregunta que surge ante la eventualidad de un triunfo del lápiz es ¿qué va a suceder si Castillo se entretiene con el establishment y, finalmente, como buen bolchevique, honra sus compromisos con todas las corrientes comunistas? La desesperación de los sectores engañados podría llevar a escuchar las propuestas más descabelladas con respecto al futuro. Algo así es absolutamente posible.

Sin embargo, una cosa sí es incuestionable. Todo parece indicar que esa alianza entre Vargas Llosa, un liberal de raíz hayekiana, con el establishment progresista del Perú ha terminado para siempre. Esa alianza se basaba en un antifujimorismo que, de una u otra manera, ha desorganizado el sistema republicano y ha organizado esta segunda vuelta, en que el maoísmo podría tener una vía directa al poder central del Estado. Sin desconocer, por supuesto, la enorme responsabilidad del fujimorismo en la tragedia.

Vargas Llosa ha comprendido a cabalidad que el antifujimorismo hoy ya no es la envoltura de los socialismos y progresismos que nos han venido gobernando desde las últimas tres elecciones. Hoy ese anti solo es la envoltura y la coraza del comunismo más pétreo, uno de los más ortodoxos de América Latina.

Vargas Llosa ha dejado su rúbrica frente a la historia. Todos los grandes tienen esa tendencia: al final escriben en la esquiva historia. Mientras que el establishment peruano solo ha pensado en la sinecura estatal para las siguientes semanas.

Víctor Andrés Ponce
20 de junio del 2021

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