LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Los mercados como electores
La economía se paraliza y la popularidad de Castillo se cae
Hoy el Gobierno de Pedro Castillo está extremadamente debilitado. Algunas semanas de gestión comienzan a erosionar la débil luna de miel con que empezó su administración, al margen de las multitudinarias marchas que se desataron denunciando irregularidades electorales.
La debilidad del Ejecutivo se nota en todos los ámbitos. No solo se registra una pendiente de caída en la popularidad –en todas las encuestas–, sino que el Gobierno ya no cuenta con una bancada mínima en el Congreso que se convierta en parachoques de los arrestos opositores. Perú Libre se desliza hacia la oposición y Vladimir Cerrón tuitea señalando que el propio Castillo cava su tumba con los errores. En otras palabras, hoy existe un Ejecutivo deteriorado que plantea una serie de interrogantes sobre el futuro de la institucionalidad.
La administración Castillo no se debilita por la acción de la mayoría opositora en el Congreso. Finalmente, dos gabinetes con ministros inaceptables lograron la confianza en el Legislativo. El Ejecutivo se comenzó a derrumbar desde que el jefe de Estado planteó la convocatoria de una constituyente y anunció nacionalizaciones y políticas antimercado de aquí para allá.
El paquete tributario del MEF, que busca captar recursos fiscales –sin importar la productividad de la minería, el nivel de quiebra de las economías familiares, ni los niveles de endeudamiento público– con el objetivo de garantizar bonos a diestra y siniestra, es como un disparo en la cabeza del moribundo. Es decir, es como un disparo a las posibilidades de crecimiento de la inversión privada en el 2022. El cierre unilateral de minas anunciado por la presidente del Consejo de Ministros (PCM), Mirtha Vásquez, ya no es un disparo, sino el volar con dinamita la última esperanza de que aumente la inversión privada.
En otras palabras, la naturaleza anticapitalista de la administración ha debilitado de tal manera a Pedro Castillo que, luego de presentada la moción de vacancia, no es exagerado sostener que cualquier cosa puede pasar. Es posible que no haya votos suficientes para una salida extrema, pero el Ejecutivo es un pato cojo de las dos piernas.
Las reuniones presidenciales en Breña y las denuncias de irregularidades que acumula el Ejecutivo representan uno de los capítulos de la larga serie anticapitalista que se escenifica. Sin el anticapitalismo quizá todo sería diferente.
El frenazo del Perú se siente en todos lados. En las grandes empresas que postergan inversiones y en los ciudadanos de clases medias que buscan vender sus propiedades. Y, sobre todo, la parálisis la sufren los sectores populares y los pobres, que contemplan aterrados cómo suben los precios y que la moneda se devalúa como en otros tiempos.
Nadie confía en el Perú. Ni los pobres ni los ricos. Allí está el gran resultado de la gestión de Castillo, Mirtha Vásquez y Pedro Francke. La izquierda es el gran desastre nacional y todos, absolutamente todos, lo saben. No hay relato ni narrativa que valga.
¿Por qué un gobierno de izquierda se derrumba de esa manera? La única respuesta: los mercados han comenzado a pronunciarse. Y no son conspiraciones ni sabotajes de los poderes fácticos, como suelen agitar los comunistas. Esos relatos no los creen ni los pobres ni los ricos.
El aprendizaje de la sociedad es intensivo. Con cada anuncio anticapitalista el dólar sube porque la gente busca deshacerse de soles y refugiarse en la moneda extranjera. Los mercados viven de la información pública y Castillo solo produce monóxido de carbono.
Todos aprenden de economía con extrema rapidez. Los pobres comienzan a entender que con el anticapitalismo no hay esperanza. Y los ricos entienden que si no pelean por su país, ¿quién va a pelear por ellos?
Los mercados entonces comienzan a ser los grandes electores, los políticos que ya no parecen existir en el país.
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