LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Los “fachos” siempre vienen de la izquierda
Apuntes ideológicos sobre la campaña electoral
El intento de censurar al programa de Beto Ortiz y al canal Willax ha desatado un interesante debate en las redes sociales acerca de las tendencias neofascistas de los extremos políticos en el país. Los militantes del Partido Morado, e incluso Julio Guzmán, se atreven a llamar “fascistas o neofascistas” a sectores de la derecha conservadora. Es el mismo libreto que utilizaron las izquierdas y los progresismos (que suelen proclamarse liberales. ¡Vaya!) para calificar de “fachos” a Donald Trump y Jair Bolsonaro.
Si bien Trump y Bolsonaro pueden ser calificados como populistas o “conservadores extremos”, el calificativo de “facho” no les corresponde por una razón intelectual extremadamente poderosa: jamás plantearon la centralización de la economía en el Estado o la colectivización de los mercados y el sector privado. Todos los principales trabajos intelectuales del siglo XX han dejado en claro que la fuente más poderosa de los totalitarismos es la colectivización de la economía. El sistema soviético y el régimen nazi nacieron del plan económico que obligaba a crear burocracias indefinidas, sistemas y procedimientos inalcanzables, hasta buscar al director de la planificación: el partido, la nación, la raza o el caudillo.
Estas afirmaciones no son intelectualmente arbitrarias. La escuela austríaca y Hayek, en diversas investigaciones, demostraron que el origen del totalitarismo (fascismos, nazismo y sistema soviético) que sacudió el siglo XX es la tendencia a la colectivización de la economía y la resignación del progresismo –que se disfraza de “liberal”– y acepta las premisas socialistas de “la justicia social” y del plan económico. Otra corriente, diametralmente opuesta a la austríaca, en la primera escuela marxista de Frankfurt (Horkheimer y Adorno), señalaba que el capitalismo monopólico de la sociedad industrial y “la razón instrumentalizada” explicaban el surgimiento del totalitarismo. Aquí lo interesante es que el neomarxismo de entonces también atisbaba que no podía haber totalitarismo sin economía.
¿Cuál es el propósito de esta digresión? Plantear la tesis de que las corrientes colectivistas y estatistas de la economía están mucho, pero mucho más cerca del totalitarismo (es decir, del ser “facho”) que cualquier corriente liberal-conservadora. La colectivización de la economía, el capitalismo monopólico (¿las Big Techs de hoy?) requieren centralizar la economía y las regulaciones en el Estado. No hay plan, no hay censura, no hay posibilidad de acallar al disidente, sin el apoyo o la indiferencia del Estado.
La crisis de la administración Sagasti y el escándalo de las vacunas ha permitido observar el impulso autoritario del partido Morado y su líder Julio Guzmán, quien, en la práctica, convocó a una noche de los cristales rotos contra Beto Ortiz y el canal Willax.
Sin embargo, ¿acaso solo se trata de una reacción anecdótica en medio de una creciente polarización de la política y la campaña electoral? De ninguna manera. Durante la administración Sagasti, el Partido Morado ha dejado en claro su vocación colectivista: en alianza con el Frente Amplio en el Congreso, durante la administración morada, se coordinó abiertamente para derogar la Ley de Promoción Agraria y avanzar en formas de colectivización y regulación en el campo. Igualmente, la crisis del “Vacunagate”, en vez de llevar a permitir la importación de vacunas por los privados, ha reforzado el monopolio estatal en medio de una guerra política.
¿Por qué planteamos estas tesis? Porque es hora de demostrar de dónde proviene la amenaza autoritaria en Occidente y en el país. Aquí no hay novedades porque desde De Tocqueville hasta la escuela austriaca y Hayek, siempre se sostuvo que la economía colectivizada es la fuente de los autoritarismos y los totalitarismos. Los fachos entonces siempre vienen desde la izquierda. De allí que los principales cuadros del partido nazi también provinieron de los viejos partidos socialistas.
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