LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Los actores del 2016
Los pro y contra de la consolidación de la actual élite política nacional
Luego de la caída del fujimorato, en el Perú ha surgido un elenco de personalidades que se ha mantenido durante tres elecciones nacionales sin interrupciones, y que, probablemente, protagonizará los siguientes comicios nacionales. En cerca de 15 años no han surgido movimientos ni liderazgos nuevos que se conviertan en potenciales reemplazantes del actual ramillete público.
No obstante el descrédito de los partidos, de las instituciones y de la impresionante fragmentación del voto en las elecciones subnacionales, nada parece amenazar la permanencia de este grupo de personalidades. La idea del outsider anti sistema que viene a poner el mundo de cabeza, tal como sucedió en los países boliviarianos, se quemó con la derrota de Ollanta Humala en el 2006 y con la mediocre administración humalista. De modo que todo nos indica que, por unos años más, Keiko Fujimori, Alan García, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Nadine Heredia, Pedro Pablo Kuczynski, Luis Castañeda Lossio y, a lo mejor, Susana Villarán seguirán organizando las marchas y contramarchas de la política.
¿Esta realidad es positiva o negativa para la democracia? Por un lado, es absolutamente positiva, porque revela que las instituciones democráticas comienzan a volverse longevas a pesar de la ausencia de partidos, pero con un conjunto de personalidades que organiza la alternancia y la pluralidad en el sistema. Con estos políticos el Perú avanza hacia el cuarto proceso electoral sin sobresaltos y, a pesar de la desaceleración, hacia un cuarto de siglo de economía de mercado que ha reducido la pobreza como nunca antes en la historia. En democracia, la vejez de las instituciones y de los actores es una garantía de predictibilidad. De una u otra manera, la permanencia institucional también le ha enseñado a la mal llamada pareja presidencial qué significa convivir en democracia. La letra con sangre entra.
De otro lado, la realidad descrita también tiene su lado negativo, porque revela el campo yermo en que se ha convertido la política. La ausencia de liderazgos y de proyectos partidarios nuevos es una de las fisuras del modelo político y económico. Igualmente es negativo porque detrás de este elenco de personalidades no hay organizaciones colectivas ni institucionalidad partidaria. Con ciertas excepciones, el fin del líder o del candidato es el fin del proyecto político.
Sin embargo, luego de haber vivido las fiebres nacionales que nos trajeron los outsiders en América Latina y el Perú, ya sea de derecha o de izquierda, es reconfortante que surja una élite estable de personalidades políticas en la democracia peruana. Al margen de voluntades, estos políticos tienen que aprender a convivir, a conversar y quizá a pactar como se pacta en las democracias y no en las guerras. En la democracia los acuerdos son abiertos, al aire libre; en la guerra los pactos son al filo de la medianoche, porque el objetivo es apuñalar a un rival.
El famoso aserto de Winston Churchill acerca de que la democracia es el menos malo de los sistemas representa todo un tratado para defender la libertad de las amenazas autoritarias. La democracia es una arquitectura de hombres imperfectos, erráticos y, por lo tanto, como la perfección corresponde a la caverna de las ideas, en libertad, siempre se elige el mal menor. Cuando alguien pretende la perfección política, o está haciendo propaganda a favor de un candidato o es un autoritario encubierto, de modo que celebremos la permanencia de la democracia y la actuación de este elenco de personalidades.
Por Víctor Andrés Ponce
(22 Set 2014)
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