LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Las hogueras de Palacio
¿Hasta cuando la política peruana será un campo de batalla regado de cadáveres?
Las denuncias de Oscar López Meneses, el extraño pedido de vacancia presidencial formulado por los mineros informales, y la audiencia que estas iniciativas parecen tener en algunos sectores opositores nos muestran a un gobierno a la defensiva. La administración humalista se pasó los dos primeros años atacando a la oposición, hoy se dedica a defenderse.
Todo esto sucede en el preciso momento en que el fujimorismo y el aprismo comienzan a hacer calistenia para las elecciones del 2016. De una u otra manera, la administración humalista parece seguir el destino de los dos gobiernos democráticos anteriores que, con la cercanía de las elecciones generales respectivas, apenas podían respirar. En los comicios que éstos convocaron apenas sacaron, como se dice, para el té. No hubo bancadas parlamentarias respetables, y los ex mandatarios enfrentaron investigaciones y procesos judiciales. ¿Ese es el destino de Humala?
En medio de los choques con López Meneses y los mineros informales, el oficialismo, demasiado ocupado en defenderse, no repara en que comienza a desorganizarse de tal manera que el 2016 empieza a asomar demasiado ingrato y adverso. Las elecciones subnacionales ratificaron la candidatura de Keiko Fujimori, Alan García, PPK y otros, pero establecieron una gran interrogante con respecto a Palacio. Como es evidente que no es posible una candidatura de Nadine Heredia el nacionalismo parece desolado.
La esperanza en Daniel Urresti se convierte en un fiasco ante sus yerros permanentes. La sobriedad de Ana Jara podría ser mellada por el permanente papel de escudera que comienza a asumir ante el fuego graneado contra la pareja presidencial. En este contexto, ¿qué le resta al oficialismo? Quizá apostar a una gran coalición con Perú Posible de Alejandro Toledo y las raleadas fuerzas de Susana Villarán, pero, incluso, el propio Toledo es un viejo galeón encallado con las denuncias de Ecoteva.
Las cosas, pues, se ponen negras como la pez para Ollanta Humala y Nadine Heredia si observamos los amagues y ensayos de denuncias que ejercita un sector de la oposición ante los sablazos de López Meneses y los mineros informales. El destino de Humala, pues, podría parecerse demasiado al del ex Presidente García, a quien sometió a permanente acoso, por decir lo menos, de la bancada nacionalista. Alguien diría, repitiendo el aserto bíblico, que con la misma vara que midas serás medido.
Considerando la inexperiencia de Humala y Nadine es evidente que luego del relevo democrático ellos no contarán con las armas y las artes de la defensa aprista. En todo caso hasta aquí la especulación, casi frívola, sobre el futuro del nacionalismo. La pregunta que surge: ¿Hasta cuando la política peruana será un campo de batalla regado de cadáveres?
Quizá deberíamos cerrar los ojos y decir hasta aquí llegamos y partir de hoy empieza una nueva política donde el gobierno, el crecimiento, la reducción de la pobreza y la participación ciudadana se conviertan en las obsesiones públicas. ¿En qué momento establecemos un parteaguas? Humala embruteció la política, ¿continuaremos con ese envilecimiento?
A contracorriente del famoso “ni olvido ni perdón” fundamentalista de la izquierda, las sociedades y los organismos humanos avanzan olvidando. Sin amnesia no habría Estado Unidos porque el norte y el sur seguirían hinchando sus cementerios. Sin olvido nuestro cerebro reventaría, porque recordar con qué mano se abrió la puerta, con qué pie se cruzó el umbral, anularía el pensamiento racional. ¿Quién es el primero en olvidar y pensar de manera diferente?
Por Víctor Andrés Ponce
(24 - oct - 2014)
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