LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Las dos tácticas de Vladimir
Reflexiones sobre la estrategia de Perú Libre
Una de las preguntas que emerge a la superficie es por qué el líder y jefe político de Perú Libre, Vladimir Cerrón, se niega a modificar su programa colectivista, mientras que el candidato, Pedro Castillo, se echa unas lagrimitas cuando le enrostran sus evidentes vínculos con el Movadef de Sendero. Semejantes conductas contrapuestas se podrían explicar desde la clásica estrategia de “buenos y malos” (por ejemplo, el papel de Nadine durante el nacionalismo), que buscaría presentar la imagen de un Castillo asequible para los demócratas.
La otra razón simplemente residiría en la tradición marxista-leninista que ha reclamado Cerrón para Perú Libre. ¿Qué pretendemos sostener? El leninismo, antes que un desarrollo ideológico del colectivismo de Marx y Engel, es la estrategia y táctica comunista, es la acción política práctica para la captura del poder. En ese sentido, el leninismo es una síntesis refinada de todas las estrategias empleadas en la guerra y la paz de ese entonces. Los textos de Lenin son verdaderos manuales y guías de la acción comunista, sobre todo los escritos a inicios del siglo XX, tales como ¿Qué hacer? y Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática.
Los textos de Lenin solo tienen una ideología, un programa y una estrategia: el asalto del poder. Finalmente, todo se resume en el aserto acerca de que “salvo el poder, todo es ilusión”. ¿A qué viene todo esto? Cerrón y el mando político de Perú Libre, si bien son parte del eje bolivariano –con claros vínculos con el MAS de Bolivia y Evo Morales– tienen particularidades ideológicas con respecto a la ortodoxia marxista leninista.
Por ejemplo, el reciente video en que Cerrón se esfuerza por enumerar las diferencias ideológicas y programáticas que Perú Libre tiene con Verónika Mendoza y Marco Arana, no parece un mensaje dirigido a la sociedad, sino a los cuadros comunistas en regiones y provincias en disputa. Es decir, es un mensaje del quehacer leninista orientado a construir el partido bolchevique. De allí que Cerrón, por ejemplo, confunda en un mismo concepto la frivolidad de las oenegés de izquierda y el sector privado de los mercados.
Sin embargo, todo hasta allí podría ser especulación de un derechista alterado. Sin embargo, ¿cómo explicar que el propio Cerrón y el propio Castillo se nieguen a suscribir una hoja de ruta y a rebajar la radicalidad de su propuesta estatista de nacionalizaciones chavistas? ¿Cómo? ¿No es acaso una manera de perder adrede la elección?
Lo que puede estar sucediendo es que Cerrón y Castillo, como aplicados leninistas, consideren que, en caso de perder las elecciones, la segunda vuelta debe convertirse en el espacio que termine de deslegitimar el sistema republicano –devastado por Vizcarra y Sagasti– en el que se lance una ofensiva de masas por el poder.
En esta lectura leninista, el eventual triunfo de Fuerza Popular organizaría una administración extremadamente débil, sin mayoría parlamentaria, con conflictos sociales acumulados de aquí para allá y con una economía en ruinas, gracias a la progresía colectivista. En este escenario apocalíptico, muy usual en el razonamiento bolchevique, la acción de masas se combinaría con una intensa acción de propaganda en el Congreso. Es decir, dos tácticas, dentro y fuera del sistema republicano.
El manual leninista indica que para desarrollar este escenario Perú Libre debe sumar la mayor cantidad de votos frente a Fuerza Popular y desconocer la legitimidad del resultado electoral y al nuevo gobierno. Luego sobrevendría el paro general en el sur –gracias a la destrucción de la policía por el progresismo morado– y las acciones de masas en el centro y en el norte. En este contexto, el régimen se derrumbaría y la convocatoria a una constituyente sería tan inevitable como la ley de la gravedad.
Estas reflexiones un poco afiebradas nacen luego de revisar Dos tácticas de la socialdemocracia del temible Lenin. Ojalá sea un grave error, cercano al delirio, sobre todo cuando aparecen progresistas frivolones que pretenden “vender caro su voto” en la segunda vuelta, como si estuvieran de fin de semana en una playa del sur.
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