LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La parlamentarización del sistema político
Cambios en Gabinete revelan un Ejecutivo extremadamente debilitado
Luego del escándalo de los relojes Rolex es incuestionable que la presidente Dina Boluarte y el Ejecutivo en general son cada vez más débiles y precarios. La reacción inmediata en el gobierno, pues, es recostarse sobre la mayoría parlamentaria de la centro derecha para buscar estabilidad, la confianza del gabinete Adrianzén y detener la moción de vacancia presidencial que impulsa un sector de la izquierda.
Los seis cambios ministeriales que ayer presentó el Ejecutivo forman parte de la búsqueda de ese apoyo parlamentario. Se sabe, por ejemplo, que la nueva ministra de Comercio Exterior, Elizabeth Galdo es militante de Avanza País; y que la nueva titular de la Mujer, Ángela Fernández, es militante de Somos Perú. Algo que merece destacarse es que el nuevo titular de Educación, Morgan Quero, es un viejo conocido del Ejecutivo y acérrimo enemigo del ex PCM, Alberto Otárola. Los cambios en el Gabinete entonces parecen ser declaraciones de amor para el Legislativo, pero también el final de la herencia de Otárola, un factor clave desde que Boluarte asumiera el poder.
Planteadas las cosas así es probable que mañana el Congreso otorgue la confianza al gabinete Adrianzén e, igualmente, todo indica que la vacancia contra la jefe de Estado no prosperará.
Ahora bien, ante la debilidad del Ejecutivo, el gobierno de Boluarte empieza a parecerse a una dependencia del Congreso y el sistema político, el presidencialismo híbrido (porque recoge instituciones fundamentales del parlamentarismo), parece acentuar sus rasgos parlamentarios. En realidad, luego de la vacancia de Pedro Castillo, que hizo trizas la institución presidencial, esta tendencia parece un resultado natural. En otras palabras, de aquí para adelante lo más probable es que el Legislativo siga incrementando su poder político ante la desesperación del progresismo nacional.
¿Acaso en este nuevo escenario las fuerzas de centro derecha asumirán el desgaste político de Boluarte? Hoy en el imaginario de las mayorías nacionales, al margen de las encuestas, existe un convencimiento difícil de cuestionar: que la tragedia nacional proviene del desastre de Castillo. Y esta devastación solo viene de la izquierda, de ninguna manera de la derecha. E, igualmente, el desgobierno de Boluarte es una consecuencia de la noche negra que instaló el castillismo. ¿Por qué entonces evitar que la institucionalidad se desmorone tendría que afectar a las derechas?
Algunos creen que la mayoría de la gente está por el adelanto de las elecciones y exigen que se vayan todos. Grave error. De alguna manera, sobre todo en las provincias del sur, existe la consciencia de que esos gestos radicales llevaron a la tragedia Castillo. Por otro lado, los sectores populares hoy están demasiado preocupados en salvar las economías familiares de la recesión y el bajo crecimiento que nos trajeron las izquierdas. De allí que la izquierda ni siquiera convoque cuatro gatos en las movilizaciones callejeras. El hartazgo de la gente es evidente. Una cosa es la ira contra los Rolex de Palacio, otra bien diferente subirse al carro radical.
Ahora bien, las bancadas de la centro derecha tienen una excelente oportunidad de desmarcarse de las ondas destructivas de las izquierdas y el gobierno de Boluarte: convertir al Legislativo en el motor y el combustible del relanzamiento de la inversión privada y el combate al estatismo y el populismo y la demagogia.
Si se avanza por ese camino, las cosas se organizarán de tal manera que en las elecciones del 2026 podría ser posible que dos fuerzas de la centro derecha pasen a la segunda vuelta, relegando a las corrientes progresistas y comunistas que aparecen como los responsables directos de la tragedia.
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