La otredad política

Sobre la marginalidad política y la orfandad popular de la izquierda peruana

Las elecciones internas del Frente Amplio que eligieron de candidata a Verónika Mendoza merecen un aplauso en la medida que revelan una voluntad en el ejercicio de la democracia partidaria, pero nada puede llenar la falta de ideas. Semejante vacuidad ha llevado a algunos a intentar calificar al otro, es decir, a quienes no pertenecen a mi capilla, a mi grupo o mi tribu política.

Por ejemplo, todos los que no son de izquierda entonces son de derecha, representan el espacio “neoliberal”. Bajo esta aproximación hay dos bandos en el país: la izquierda y la derecha. El intelectual izquierdista sueña y se aliena de la realidad. No es posible digerir que la izquierda es marginal, casi convertida en una suma de sectas, y que las mayorías del país se debaten entre las propuestas de Keiko Fujimori, PPK y Alan García.

De otro lado, el hecho de que el fujimorismo, el aprismo y el pepekausismo cuenten con candidatos presidenciales confirmados en las preferencias de las mayorías, antes que un activo es un pasivo. La izquierda señala que los candidatos únicos no existen en la zurda y tiene algo de razón. Pero debería agregar que la izquierda no tiene una sola figura nacional como clara expresión de la marginalidad, y que las elecciones internas son la única manera de intentar una convergencia de todas las capillas y caciques en actividad.

El militante y el intelectual izquierdista definitivamente están enemistados con la realidad. La salud en política y en la mente empieza cuando uno reconoce  los problemas. Y el gran problema de la izquierda es que no tiene ideas ni programas que le permitan conectarse con las mayorías y menos con el mundo popular. Verónika Mendoza, el nuevo rostro de la izquierda, solo repite las ideas que recitarían los viejos líderes y la zurda chavista de América Latina. La candidata ni siquiera puede invocar a los pobres del país porque la pobreza se ha reducido significativamente y en el mundo popular antes que menesterosos hay empresarios y mercados.

La izquierda no entiende que en el siglo XX la mayoría de peruanos fue inmunizada contra el estatismo y todas las formas de colectivismo. El colectivismo estatista del velascato que desató la hiperinflación, de alguna manera, es un capítulo más de las debacles y las destrucciones de las economías de Venezuela, Brasil y Argentina, las tres grandes apuestas “por diversificar la economía” al margen del libre comercio.

Si la izquierda no se recuesta en el diván y reconoce su marginalidad entonces ya podremos hablar de que en el Perú ha surgido una secta de iluminados que escribe, reflexiona, y elabora discursos hacia adentro sin importar la mayoría de “cholos brutos y achorados” del país. Cuando eso sucede todos los demás son el otro, todos los demás son la suma de plagas bíblicas, todos los demás merecen la condena de los infiernos.

De alguna manera en las conductas y los humores de la izquierda nacional y su permanente intención de calificar y excluir al otro hay el germen de un proyecto autoritario que ojalá no alimente a algún fundamentalismo o autoritarismo como sucedió en los ochenta. Quienes temen más a las ideas que a la materia saben que, tal como lo dice la Biblia, primero fue el Verbo. Y si la palabra y la teoría solo se dedican a descalificar al otro, la secta, tarde o temprano, desaparece o “pasa a la acción contra el enemigo”.

Por: Víctor Andrés Ponce