LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La naturaleza del Gobierno de Castillo
La estrategia leninista de agudizar las contradicciones
A estas alturas debe ser evidente para todos que entre el presidente Pedro Castillo y el líder de Perú Libre no existen diferencias sustanciales. Ambos son comunistas, apuestan por la centralización del poder y la economía colectivista a través de la asamblea constituyente para crear “una república plurinacional y con equidad de género”. Creer que existen diferendos entre ambos es convertir un wishful thinking en anteojeras de la realidad.
Allí está el Gabinete Bellido intacto para confirmar esta tesis.
Lo que sí es evidente entre Castillo y Cerrón es que existe una disputa de poder. La defensa del jefe de Estado de Iber Maraví como ministro de Trabajo, no obstante todos los cuestionamientos y la solicitud de su relevo de parte de Guido Bellido, presidente del Consejo de Ministros, revela con claridad estos forcejeos internos. Sin embargo, Maraví parece que se quedará y el oficialismo comienza a cerrar filas.
Más allá de cualquier disputa de poder, entonces, en el Ejecutivo existe una unidad táctica alrededor de la convocatoria de una asamblea constituyente y la permanencia del Gabinete Bellido. Al margen de los sinceros y coherentes esfuerzos de Pedro Francke, ministro de Economía, es incuestionable que la administración Castillo ha optado por la confrontación general, por agudizar las contradicciones, y forzar un desenlace a favor del actual empate entre el Ejecutivo y las fuerzas republicanas que defienden la Constitución y las libertades.
El Gabinete Bellido tiene la naturaleza de la guerra. Su principal objetivo es provocar, desatar interpelaciones y censuras, en contra de los ministros inviables. El objetivo: buscar el momento adecuado para plantear cuestiones de confianza sobre los atributos exclusivos y excluyentes del Congreso y poner en el centro de la agenda la disyuntiva vacancia o disolución del Congreso. Si el Ejecutivo estuviese en un pico de popularidad semejante escenario ya habría sucedido ayer.
En la administración Castillo, pues, no hay interés en gobernar, sino en utilizar el Gobierno para construir el poder alternativo al sistema republicano. En ese sentido, cualquier retroceso gubernamental debe ser leído como la flexibilidad táctica del leninismo que recomienda el paso atrás para luego dar dos adelante. La propia permanencia de Francke y su negativa al control de precios, al aumento demagógico del sueldo mínimo vital y la permanencia de Julio Velarde al frente del BCR, deben ser entendidos como ese clásico paso atrás.
La única manera en que la naturaleza del Gobierno cambie es mediante la renuncia a la asamblea constituyente y el relevo del Gabinete Bellido por otro que exprese una voluntad de gobernar.
Por todas estas consideraciones, las fuerzas de la oposición al interior del Congreso y los sectores que promueven la movilización democrática no deben errar en definir la naturaleza de la administración Castillo.
Si hasta hoy no se han cambiado las vigas maestras del modelo económico y si siguen vigentes las instituciones republicanas es solo por la ola opositora que ha evitado que se arrase con la constitucionalidad. Si semejante situación cambia, el virtual empate entre la administración Castillo con la oposición cambiará a favor del proyecto colectivista y comunista.
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