LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La izquierda sin futuro
Los grandes pasivos políticos que la tienen anclada en el pasado
Las elecciones internas de la Unidad Democrática (UD)- nuevo grupo de izquierda- en las que, al parecer, se habría elegido como candidato presidencial a Gonzalo García Nuñez acaban de ser ensombrecidas por denuncias de fraude. Otro candidato alega ser el ganador. Algo similar sucedió en los comicios del Frente Amplio (FA) que sancionaron la candidatura de Verónica Mendoza. Por su lado, el congresista de Perú Posible, José León, acaba de solicitar la unidad de la izquierda para enfrentar a la derecha. Finalmente, Milton von Hesse ruega en Palacio para que se retire su candidatura.
En todos estos hechos y pronunciamientos se trasluce una verdad maciza: todo lo que se vincule con Palacio y la izquierda no parece tener futuro. En el país impera la sensación de que la administración nacionalista ha sido un verdadero desastre. Y la izquierda y el peruposibilismo no han podido desmarcarse de los despropósitos oficialistas. Al margen de cualquier razón o verdad, las cosas se presentan así para el análisis.
Cuando en el nacionalismo se archivó el plan de La Gran Transformación la izquierda pretendió sacar el cuerpo. Pero en democracia no hay mayor expresión política que una elección nacional y la zurda selló su futuro, se casó con Ollanta Humala. Hoy puede argumentar en cualquier sentido, pero los electores identifican nacionalismo con la izquierda. De allí la preponderancia electoral del llamado elenco estable. En el caso de la agonía electoral de Perú Posible no solo está la debacle nacionalista sino también las cuentas de Ecoteva. Y la sanción del electorado parece que será lapidaria.
Sin embargo la desubicación de la izquierda no debe contemplarse en función del último lustro sino de las últimas décadas. El colectivismo velasquista, el colectivismo terrorista y la hiperinflación de los ochenta, de una u otra manera, siguen atribuyéndose al menú izquierdista de acuerdo al imaginario popular. La zurda no ha podido construir una identidad diferente a esas sombras negras del pasado. La extraña negativa a zanjar con el socialismo bolivariano, con la dictadura chavista en Venezuela, refuerzan semejantes percepciones.
La imposibilidad de participar de los consensos alrededor del modelo económico y social que ha reducido pobreza como nunca antes y la persistencia en cuestionar el marco constitucional que ha permitido desatar las iniciativas creadoras de la sociedad y el mercado, simplemente autoexcluyen a la izquierda de las tendencias mayoritarias del país.
Y esa singular persistencia a descalificar a los otros, a dividir al mundo entre mi yo y los otros, a separar el espacio público entre buenos y malos, empujan a la izquierda a las cavernas sombrías del sectarismo, tal como sucedió con las sectas laicas que surgieron a la sombra de la Guerra Fría.
Cualquiera sea el ángulo desde el cual se contemplen los hechos no parece haber futuro en la zurda. Y si agregamos que la juventud (Verónica Mendoza, Sergio Tejada) es largamente más delgada y superficial en términos intelectuales y políticos que las generaciones anteriores, el escenario se presenta devastador. Sin embargo a ningún demócrata le debe alegrar semejante situación, porque la libertad siempre necesitará una izquierda moderna que interpele al otro lado del espectro.
Por Víctor Andrés Ponce
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