LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La implosión del Perú
La consecuencia natural de la estrategia Perú Libre y el Movadef
Se acaba de conocer la denuncia acerca de que el presidente Castillo habría plagiado más del 50% de sus tesis. Si se confirmara, la incapacidad moral permanente del jefe de Estado estaría grabada en una postal para el primer golpe de vista. Sin embargo, Castillo es un mandatario que ha demostrado incapacidad moral en cada uno de sus actos de gobierno: desde el nombramiento de ministros y funcionarios hasta las denuncias que lo alcanzan.
En un sistema semipresidencial –como el peruano–, en que se eligen al jefe de Estado y al Congreso mediante el sufragio de todos los peruanos, ¿cuáles son las consecuencias naturales de la conducta de Castillo? Si el primer magistrado de la República se derrumba, comienza a derrumbarse el sistema. Y si el otro poder elegido por el voto de todos se resiste a asumir su responsabilidad constitucional y política, la incapacidad moral permanente del jefe de Estado desatará la implosión del Estado, luego de la sociedad y, finalmente, la idea de Perú, de peruanidad.
Pero si a esta tragedia le sumamos el plan de Perú Libre y del Movadef de convocar a una constituyente para centralizar soviéticamente al país, derogar la Constitución y el sistema de libertades, tenemos el cóctel perfecto de la destrucción nacional.
En este contexto, Perú Libre y el Movadef se han propuesto empoderar a las minorías radicales que se lanzan con violencia sobre las empresas mineras y, en la práctica, están cambiando el sistema de propiedad minera que posibilitó convertir al Perú en segundo productor mundial de cobre y reducir la pobreza del 60% de la población a 20% (antes de la pandemia). Si se cambia el sistema de propiedad minera de manera factual, la Constitución, las leyes y las instituciones, como se dice, están pintadas en la pared.
Y si echamos una mirada a la propuesta cocalera del Ejecutivo encontramos el mismo patrón: se pretende empoderar a los productores cocaleros con el objeto de consolidar a las economías ilegales vinculadas al narcotráfico y promover el surgimiento de zonas liberadas de la Constitución, las leyes y las instituciones estatales. En otras palabras, zonas liberadas que demuelan lo poco que resta del viejo estado burgués.
La misma lógica aplica el Ejecutivo con respecto a todas las minorías de todos los sectores de la sociedad. Sin embargo, si bien esta estrategia desata la implosión del Estado, de ninguna manera nos está llevando a la constituyente. Muy por el contrario, nos empuja a una anarquía sin precedentes.
¿Por qué? Porque el Ejecutivo desarrolla esta estrategia –ante la indiferencia del Congreso– enfrentando un rechazo nacional absolutamente mayoritario que, en cualquier momento, puede convertirse en un estallido social. El motivo: el Gobierno ha frenado tres décadas de crecimiento y reducción de pobreza. Ha frenado una sociedad que iba en alza en todos los sentidos. No hay fábula ni relato para explicar esa tragedia.
Planteada las cosas así, la implosión del Estado, inevitablemente, llevará a la implosión de la sociedad y a la posibilidad de la fractura de la unidad territorial. Si avanzamos por esa noche oscura, los civiles habrán sumado un fracaso total para enfrentar la crisis, tal como sucedió con Sendero Luminoso en los ochenta.
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