LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La ideología de las vacunas
Reflexiones sobre el Estado fallido
Si el Estado peruano no fuese un Estado fallido bajo administración colectivista, ¿acaso estaríamos discutiendo la urgencia de que los privados importen y distribuyan vacunas contra el Covid? Probablemente no, porque el flujo de vacunas estaría garantizado.
Las discusiones alrededor de la urgencia del papel de los privados en las vacunas, en realidad, es el debate sobre un Estado que, durante los meses de la pandemia y la emergencia, es responsable de una de las letalidades por millón más altas del planeta y una de las recesiones más devastadoras en sociedades de ingreso medio. Pero también de un Estado que ha construido uno de los monumentos a la historia universal del fracaso: pese a tener ingentes recursos (80% aportado por el sector privado) no desarrolló una estrategia sanitaria, no equipo los hospitales, no compró camas UCI ni vacunas. Y lo más grave: los burócratas y los políticos protagonizaron el llamado Vacunagate.
La discusión sobre la urgencia de que los privados importen y distribuyan vacunas, entonces, no es un ejercicio frívolo ni un tema ideológico. En realidad, es una urgencia pragmática que solo busca salvar vidas, evitar la destrucción de la economía y devolverle a la sociedad y a los ciudadanos las garantías constitucionales restringidas por un sector de burócratas ideologizados. Si logramos inmunizar a la sociedad en el 2021 evitaremos muertes innecesarias, salvaremos la economía y recuperaremos nuestros derechos constitucionales.
Sin embargo, en la oposición del colectivismo a que los privados importen las vacunas también parece haber una especie de pánico no verbalizado: a que el sector privado se convierta en “el salvador de la sociedad, de la nación” y que, por primera vez en la historia republicana, surja un sector no estatal que garantiza y consolida la peruanidad. ¿A qué nos referimos?
El sector privado no solo financia el 80% de los ingresos de nuestro Estado fallido, sino que, en la pandemia y la emergencia, ha desarrollado una de las mayores expresiones de solidaridad y filantropía de nuestra historia (donaciones de camas UCI, tests para el Covid, decenas de plantas de oxígeno, miles de toneladas de oxígeno, etcétera), frente a la indiferencia e indolencia de las corrientes colectivistas y las oenegés que suelen demonizar al empresariado.
En este contexto, ¿qué podría significar que el sector privado se transforme en la columna vertebral de la inmunización de la sociedad? Que todos los discursos de las izquierdas colectivistas simplemente se adelgazarían hasta desaparecer.
De alguna manera también el protagonismo del sector privado en la importación y la distribución de las vacunas significaría un punto de quiebre de nuestra historia colonial y republicana. ¿Por qué? Durante la Colonia casi no hubo sector privado porque el Estado era propietario de todo en nombre del rey. En la República, igualmente, no surgió un sector privado semejante a los de las sociedades anglosajonas, y los recursos naturales (oro, plata, guano, caucho y cobre) solo sirvieron para reforzar las coaliciones mercantilistas dentro del Estado, tal como sigue sucediendo hoy en día. La vacunación ideológica del Vacunagate revela la misma filosofía y el mismo espíritu de las coaliciones del estado virreinal.
En la posibilidad de que los privados importen y distribuyan vacunas no solo se busca evitar muertes innecesarias, hambre y muerte para los sectores pobres y desvalidos, sino también cambiar el curso de nuestra historia: entender que primero están la sociedad, los ciudadanos, el sector privado y luego el Estado. Así empezaron las sociedades que alcanzaron el desarrollo.
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