LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La guerra por el segundo
El panorama electoral a cinco meses de la elección presidencial
El escenario electoral aparece congelado. Keiko Fujimori sigue convocando las mayores preferencias, PPK se mantiene en segundo lugar sin crecer, y Alan García dispara toda su artillería esperando fagocitar el espacio donde se ha posesionado el líder pepekausista.
Sin embargo, más allá del voluntarismo de algunos, todos los hechos nos indican que, en la práctica, existirán dos elecciones hacia el 2016. La primera será para definir al rival de Keiko en la segunda vuelta, habida cuenta de que todos aceptan que ella casi las tiene segura. Tendría que suceder un acontecimiento excepcional para que se modifique semejante tendencia. Desde esa perspectiva, los comicios se tornan “aburridos” y demasiado predecibles para algunos.
Las estrellas se alinean con Keiko y el silencio se convierte en su principal aliado. Con cada desastre del humalismo se parece consolidar su posicionamiento. En la medida que el nacionalismo es el ADN del antifujimorismo, el derrumbe oficialista va acumulando gota por gota al caudal naranja. Pero las cosas no dan como para soñar en ganar en primera.
De allí la necesidad del fujimorismo de contemplar en silencio desde lo alto de la cima y, sobre todo, guardar las armas, las cartas y la estrategias que deberán usar en la segunda vuelta. Cualquier error o adelanto de calendarios puede ser fatal. En la guerra y la política cuando el enemigo elogia –en este caso la izquierda mediática- siempre hay que preocuparse. Es el piropo del mal.
La tensión se ha trasladado a la definición del otro animador de la segunda ronda. Desde Palacio y algunos sectores de la izquierda mediática se ha decidido influir en el curso electoral, no mediante candidatos y campañas, como debería ser, sino a través de la anti propaganda y la guerra sucia.
Este sector no se ruboriza si apuesta por PPK, Verónica Mendoza o recientemente por César Acuña. No se trata de una propuesta sino de evitar el avance de un candidato, en este caso, Alan García. Cualquiera menos mi enemigo, parece ser la consigna.
Lo más sorprendente es que la guerra sucia no proviene del propio PPK, Mendoza o Acuña, sino del rebote mediático. ¿Cómo entender esta situación? Desde los fueros periodísticos tales pasiones no se pueden entender. Desde el lado oficialista quizá. Por ejemplo, Urresti intentado vincular al Apra con el narcotráfico.
Sin embargo vale precisar algo con respecto a esta estrategia de nuestros napoleones de bolsillo. En realidad no se trata solo de demoler a García. La supuesta liquidación del líder aprista es el paso previo para encumbrar a un candidato que sintetice una nueva versión antifujimorista con apoyo vargallosiano y todo. Es decir, es una guerra prolongada de los militantes del anti que, con cierta sagacidad, se preparan para dos batallas.
Pero hasta hoy este sector no ha logrado modificar el curso de los hechos. Allí están las encuestas que se convierten mazazos. La gente parece agotada de estas guerras sucias de todos contra todos. Tres elecciones nacionales sin interrupciones, las guerras sucias del 2011 y la pasada elección municipal de Lima, de una u otra manera, han desarrollado cierta inmunidad contra el anti.
Por Víctor Andrés Ponce
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