LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La democracia y el abismo
Sobre el pesimismo que crece ante el frenazo de la economía.
La última encuesta nacional urbana de Ipsos revela que el llamado caso Lava Jato, de una u otra manera, afecta a los principales líderes políticos que hoy encabezan las preferencias electorales hacia el 2016. No obstante que no existe un solo caso acreditado en el Perú, Keiko Fujimori, Alan García y PPK pierden aprobación debido a los ecos del affaire brasileño que una estrategia política y mediática pretende amplificar en el país.
Algo más para la sorpresa. La mayoría de los mencionados líderes es considerada culpable no obstante que no tienen investigaciones pendientes en el Congreso ni en el Ministerio Público. ¿Qué significa todo esto? Que la híper judicialización del espacio público no solo es asunto entre políticos que se acusan y se defienden, sino que también es parte de estrategias que se expresan a través de medios que optan por la propaganda y la anti propaganda. De allí que el asunto empiece a asomar en el humor popular como un hecho incuestionable.
Es evidente que este escenario solo favorece a aquellas opciones que no se sienten representadas por quienes hoy encabezan las encuestas. La idea de que todo el llamado elenco estable (Keiko, Alan y PPK) “está salpicado por la corrupción”, de una u otra manera, desvela el espacio para el candidato sorpresa en el 2016, es el guiño natural para la aventura que en América Latina ha cancelado las libertades políticas y económicas. El curso de los acontecimientos nos señalará si esta tendencia se mantiene hacia el 2016.
Las razones del porqué la gente, al menos hasta hoy, ha decidido que exista un elenco estable tienen que ver con el fracaso del nacionalismo, convertido en el peor gobierno del siglo XXI, y también con el hecho de que los líderes que encabezan las encuestas, por angas o por mangas, representan el crecimiento económico que ha arrinconado a la pobreza en las últimas dos décadas. En ese sentido, se puede afirmar que en la mayoría electoral todavía se impone un sentimiento conservador.
Sin embargo la novedad del escenario es la desaceleración de la economía. El hecho de no seguir reduciendo pobreza como antes y de ralentizar la ampliación del bienestar posibilita que la perpetua crisis política de la democracia post Fujimori converja con el pesimismo que crece ante el frenazo. Mala política y mala economía, entonces, pueden anudarse para llevar, otra vez, al país a un escenario donde lo inesperado, la aventura, empujen a la democracia cerca del abismo.
Triste posibilidad para el ex milagro de América Latina. El crecimiento económico fue tan inclusivo, redujo tanta pobreza y desigualdad que no importaba que los políticos sumaran fracaso tras fracaso y de allí que hoy avancemos hacia el cuarto proceso electoral sin sobresaltos constitucionales. Todo eso ha cambiado con la desaceleración.
Sin embargo vale señalar que, al margen de las dosis de pesimismo, todavía no estamos en el escenario turbulento que algunos pretenden organizar hacia el 2016. Los factores virtuosos de la expansión económica y social de los últimos tiempos han sido tan consistentes que la gente todavía sigue apostando al “mejor malo conocido que bueno por conocer”, porque, finalmente, el humalismo ya ha sido el bueno que todos conocieron y tuvieron que padecer estos últimos años.
Por Víctor Andrés Ponce
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