LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La confianza al Gabinete Jara
El ejecutivo y la suerte de contar con una leal oposición parlamentaria
Todo indica que el gabinete de Ana Jara conseguirá hoy el voto de confianza del Congreso, pero las visitas a los partidos que ha realizado la jefa del Gabinete nos recuerda la enorme importancia que tienen las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo para la democracia, el sistema de gobernabilidad y la libertad en general.
Para explicar la fragilidad del sistema democrático en el Perú pueden existir diversas aproximaciones y todas válidas, con su granito de verdad. Por ejemplo, desde la economía se puede sostener que, desde la Independencia, las ideas liberales no prosperaron porque en el país la economía colonial no fue reemplazada por una economía de mercado y una sociedad de propietarios. También se habla de la carencia de un sistema de partidos y de instituciones anémicas en general. Pero una de las explicaciones de la volatilidad democrática del país reside, precisamente, en las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo.
Con la caída del fujimorato, la vigencia de la Constitución del 93 y el desarrollo de una economía de mercado, el Perú avanza hacia el cuarto proceso electoral sin interrupciones. Considerando que, en el siglo XX, nos la pasamos diciendo que el país estaba condenado a dos gobiernos de democracia seguido por dos de dictadura, y considerando también que los tres regímenes democráticos post Fujimori no han tenido mayorías parlamentarias absolutas, es evidente que hay un nuevo aprendizaje democrático. Más allá del descrédito del Congreso, aquí hay una verdad difícil de refutar.
La oposición en general no ha bloqueado la gobernabilidad y, en muchos casos, incluso, ha ido más allá asumiendo los criterios de la leal oposición británica: la tradición opositora en Inglaterra subordina todos sus objetivos a la preservación de la democracia. Quizá una explicación de los nuevos gestos opositores tenga que ver con el hecho de que, en la democracia post Fujimori, no ha estado en la agenda política las disputas de dos modelos económicos y sociales que colisionaban durante la Guerra Fría. La inestabilidad de la democracia pre-noventa no era solo de instituciones sino del forcejeo de dos propuestas societales. Allí está el velascato como expresión de las guerras ideológicas.
Por todas estas consideraciones, las probabilidades indican que el Gabinete recibirá la confianza del Legislativo, sobre todo, luego de que Jara redujera la tensión en el sistema declarando que cualquier posibilidad de reelección conyugal se descartaba en el régimen, porque las leyes electorales lo impedían. Bueno, pues, si las cosas son así no todo está mal en el Congreso. En medio de la desaprobación ciudadana unas gotas de optimismo son posibles.
Más aún cuando, para aprender, es necesario mencionar las embestidas de la oposición legislativa contra el poder Ejecutivo que desembocaron en interrupciones constitucionales. En 1945, la acción opositora desencadenó el golpe de octubre 1948: Don Enrique Basombrío, un señor de la política, fue censurado porque no recordaba el precio de los pallares de entonces. Así estaban las cosas. En 1968, la oposición congresal censuró al gabinete Trelles y forzó la renuncia del gabinete Hercelles. En otro octubre negro para la democracia se produjo el golpe de Velasco. En diciembre de 1991, Fujimori criticó el sueldo de los parlamentarios y los legisladores le cobraron la factura censurando a Enrique Ross Link, ministro de Agricultura, y luego derogaron varios decretos legislativos. El resultado: otra vez la democracia interrumpida.
Algo, pues, se ha aprendido con la cercanía del Bicentenario de la Independencia. Algo se ha incorporado a nuestra práctica política de la leal oposición británica que explica la vigencia de una de las democracias y sistema libertario más longevo de la historia de la humanidad. La vejez de la democracia inglesa nos revela su vigor.
Por Víctor Andrés Ponce
COMENTARIOS