LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La censura al ministro de Educación
Una notificación de la crisis general de gobierno
El ministro de Educación, Carlos Gallardo, ayer fue censurado por el Congreso –con 70 votos a favor, 38 en contra y 7 abstenciones– y, de alguna manera, se notificó al presidente, Pedro Castillo, que se acaba el tiempo para producir un viraje de 180 grados en la conducción del Ejecutivo. De lo contrario, el jefe de Estado avanza hacia un naufragio en el que no tiene manera de salvar su gestión.
Si bien es cierto que la censura de Gallardo se justifica plenamente por la decisión del censurado de acabar con la carrera pública magisterial y la meritocracia en el nombramiento y la promoción docente, por la filtración de las pruebas magisteriales y las investigaciones sobre el asunto a personajes del entorno ministerial, además de los vínculos con la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación del Perú (Fenatep, relacionado con el dogmatismo maoísta), es incuestionable que la censura también se explica por el debilitamiento y hundimiento general del Gobierno.
El naufragio gubernamental proviene del desastre nacional causado por los anuncios de la asamblea constituyente y la nacionalización de los recursos naturales, que han desplomado las posibilidades de crecimiento de la inversión privada en el 2022.
Ricos y pobres hoy le dan la espalda a Castillo. No hay inversión ni empleo, y la pobreza aumenta. Sin embargo, a la tragedia causada por el presidente Castillo con sus anuncios económicos en contra de la Constitución, se suman las denuncias sobre reuniones impropias del jefe de Estado y posibles contratos con proveedores que complican en extremo a la figura presidencial.
De pronto todo se ha convertido en la suma de los ingredientes que organizan el fracaso general. El Gobierno de Castillo se hunde y el propio presidente no sabe qué hacer para salvar el barco y salvarse él mismo. Es en este contexto en que se produce la urgente censura de Gallardo, tal como debería suceder con todo el gabinete ministerial por el desastre que ha desatado.
En este escenario hay una sorda pugna entre las corrientes comunistas de Perú Libre y el Movimiento por la Amnistía de los Derechos Fundamentales (Movadef) con las corrientes progresistas. Es una guerra sin cuartel que se está cargando al Ejecutivo. Por ejemplo, luego de la censura a Gallardo, algunos sectores consideran que ha llegado la hora del regreso de los ministros progresistas, que reducen la reforma de la educación a los temas de género.
En cualquier caso, el análisis de los hechos nos indica que la pugna entre comunistas ortodoxos y progresistas es uno de los factores más importantes que han originado la crisis general del Gobierno de Pedro Castillo.
Si alguien en el Ejecutivo pretende recuperar la gobernabilidad del Perú y evitar la sombra densa y enorme de la vacancia, debería entender que el juego entre los ministros comunistas versus los progresistas ya se acabó. Ya no hay tiempo para gabinetes intrauterinos de la izquierda en general.
Hoy se necesita una amplia convocatoria de unidad nacional para recuperar niveles de gobernabilidad y restablecer la confianza de los mercados y del sector privado en el Estado. Un gabinete de amplia convocatoria es la única tabla de salvación ante el naufragio que se escenifica, más allá de lo inviable y limitado como se presenta el propio Castillo.
De lo contrario empecemos a contar el final del Gobierno del sombrero.
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