LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Izquierda en bancarrota?
Insignificancia electoral versus influencia mediática
Las elecciones del 2016 posiblemente sean las más adversas para las fuerzas que en el Perú suelen ser denominadas de izquierda. Las candidaturas de este sector no levantan vuelo y el increíble nivel de fragmentación de los grupos se combina con un exacerbado sentido de la oportunidad, donde la idea del decoro ya no parece existir, más allá de que algunos sesudos analistas pretendan, como se dice, dorar la píldora.
La actual situación de la zurda tiene que ver con el hecho de haberse subido al convoy militar del comandante Ollanta en el 2011. Al margen de la exclusión en los primeros años de la administración nacionalista, la idea de que es corresponsable del fracaso humalista se ha sedimentado en el sentido común. Todo lo que huela a oficialismo no parece tener futuro, peor aún luego de que doña Susana Villarán se subiera al tanque oficialista de Daniel Urresti.
Pero la izquierda no solo paga los pecados de este lustro sino los acumulados en las últimas décadas. No solo no se sacudió de los yerros del velascato, el desastre de los ochenta, las dudas frente a la violencia, sino que también reventó cohetones en la fiesta del chavismo cuando el precio del petróleo volaba en las nubes. Hoy también paga esas facturas. En otras palabras, la imposibilidad de reinventarse ideológicamente, tal como intentaron hacerlo las izquierdas uruguayas y chilenas, por ejemplo.
Algunos podrían sostener que una ideología puede sobrevivir cualquier cataclismo electoral, pero el problema para la zurda es que la generación de reemplazo es más delgada, más liviana, que cualquiera de las generaciones anteriores. Contemplar a una Verónica Mendoza o a un indescifrable Sergio Tejada debe ser devastador para cualquiera que haya conocido la trayectoria, el empaque, y la formación de las generaciones anteriores de izquierda. Parece haberse iniciado una caída libre en términos históricos.
Sin embargo la realidad es más compleja de lo que parece. Por una extraña razón la izquierda tiene una extraordinaria amplificación mediática no obstante su insignificancia electoral. Al César lo que es del César. La izquierda ha demostrado increíble habilidad al dividir el mundo en blanco y negro. Se niega a aceptar los nuevos consensos alrededor de la economía de mercado y, a partir de ese posicionamiento, divide el espectro político entre la derecha (fujimorismo, aprismo, pepekausismo y otros) y la izquierda. En otras palabras, todos los demás contra nosotros. Semejante estratagema le ha valido un posicionamiento mediático que a algunos les recuerda la Francia de Sartre en la Guerra Fría.
La izquierda no gana elecciones, no organiza partidos, pero su fuerza mediática legitima, por ejemplo, la reforma estatista y burocrática que impulsa Jaime Saavedra en la educación superior con el cuento de la “calidad”. La izquierda no tiene respaldo electoral pero su potencia mediática le permite desarrollar campañas de anti propaganda teñidas de antifujimorismo y antiaprismo. La izquierda ha errado en todas sus apuestas intelectuales, pero la Universidad Católica, la Meca de la izquierda, sigue representando lo académico.
En todo caso no está mal que las cosas vayan por allí. La presencia de la izquierda en los medios y su sobredimensionamiento en el debate obliga a los liberales a mayores esfuerzos intelectuales. Lo que está mal es que el Perú oficial y los medios sean jaloneados por el humor de las izquierdas, mientras las mayorías nacionales hace tiempo que están en otra.
Por: Víctor Andrés Ponce
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